Pregón
de Navidad 2014
Vino
a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios,
a los que creen en so nombre; la
cual no nació de sangre, ni deseo de hombre sino que nació de Dios.
Juan 1. 1 1 -1 3
PRESENTACIÓN
¡Encantada de estar
de nuevo entre ustedes!
Siempre es una alegría volver a ver a las
personas, asociaciones y amigos que se preocupan por la cultura, abiertas a la
amistad y templadas para llevar a cabo sus proyectos y compromisos.
Vengo con sumo
gusto, pues la encomienda que me trae hoy es un placer y un regalo para mí.
El ponente de hoy, D. Segundo Díaz es una de las personas que yo
conocí nada más llegar a Las Palmas hace cerca de cuarenta años y ya desde
entonces se engendró en mí esa amistad
y ese agrado por escuchar su "bien decir" y todos sabemos el interés
que crea escuchar a alguien que siempre tiene algo interesante que
comunicar.
Por otra parte, tampoco se tienen muchas ocasiones de presentar a
personalidades tan completas en su formación y tan
cercanas en el caminar de cada día como a la que vamos escuchar hoy sobre un
tema tan entrañable para todos nosotros como es la Navidad.
Año tras año, el devenir litúrgico eclesial
nos ofrece la oportunidad de poder adentramos en cada uno de los
pequeños-grandes misterios del Resucitado para culminar en la celebración síntesis y plena a
la vez, de nuestra fe: El Misterio de la Pascua cristiana que siendo un único
acontecimiento, la pasión, muerte y Resurrección de Cristo-Jesús se celebra en tres espacios bien
diferenciados y los tres con la misma y vital importancia: el Triduo Pascual.
Este importante hecho, culmen y vértice
de nuestra fe se venía preparando desde la aurora de los tiempos. Larga espera la de aquellos
creyentes a la expectativa de que se cumpliera la Promesa de la
venida. Espera larga que finalmente tuvo su cumplimiento cuando llegado
el momento culminante, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la
ley (Gal. 44)
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-V77NR4TAlcZPHOxMsddCxOtL51i54qyKxVBGu77iYjNKhGenwC7UCUt8TrCiOp2Sc18TJYQ0y65ZFb69iSOpiY1Fjc2T1NqLmeqYgakMBtyBIHxen5952GfgCo5L__wHBDKklqes1nkC/s1600/20141219Preg%C3%B3nNavidad2+008_348x233.jpg)
Este hecho, éste
nacimiento de Cristo en Belén es el que nos regala la nueva ocasión de
conmemorar y celebrar todos los años una nueva oportunidad de salvación, una
nueva forma y manera para profundizar un poco más en los distintos aspectos de ese Misterio del Amor de un
Dios que no dudó en entregar a su único Hijo para recuperarnos
después del pecado de Adán.
Hoy, aquí, sin duda vamos a tener la ocasión
de sentir de nuevo en nuestros corazones esa
presencia salvadora de Cristo-Jesús reavivando el momento y la memoria de su
llegada a la Cueva de Belén al escuchar a nuestro pregonero:
D. Segundo Díaz Santana,
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Hoy,
ahora nos va a proporcionar el placer de escucharle: EL
PREGON DE NAVIDAD 2014.
Y vino a vivir con
nosotros,
.pero no había
sitio para Él en la posada.
Amigas y amigos. Quiero empezar dando las gracias, pues me siento
muy honrado por la invitación que la Tertulia P. Marcelino Quintana, me ha
hecho, para pronunciar el pregón de la Navidad de este año en Arucas.
Gracias a la Madre dominica, Inmaculada Egüés, por la presentación
que hace de mi persona, como pregonera que me ha precedido en este
encargo, amiga de tanto tiempo, hermana
y colega en las tareas del anuncio del Evangelio de Jesús de
Nazaret.
Comienzo
con dos textos del Nuevo Testamento.
Juan 1, 11-14: Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que
la recibieron les dio poder de hacerse
lujos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació (le
sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo
carne, y puso su Morada entre
nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe
del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Lucas 2, 6-9: Y sucedió que,
mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio
a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales)' le acostó en un pesebre,
Porque no tenían sitio en la posada. Había en la misma comarca unos pastores,
que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les
presentó el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se
llenaron de temor
Estos dos textos de la Biblia, enmarcan el pregón sobre la Navidad
de este año de 2014 en nuestra ciudad de Arucas. Ambos pertenecen a dos
tradiciones del Nuevo Testamento de distinta procedencia.
Por un lado la
tradición de Juan, cuyo evangelio más teológico y solemne nos describe
la entrada de la Palabra en el mundo, venida desde el seno del Padre, y que ha puesto su
morada entre nosotros.
Por el otro, la redacción de Lucas, con un
cariz más narrativo e histórico, nos sitúa en el acontecimiento con la cercanía y
el realismo del suceso que tiene lugar en el drama concreto de la historia de los hijos de los hombres.
En
ambas tradiciones, con sus diferentes perspectivas complementarias, están
presentes la gloria de Dios que envuelve y es contemplada par
quienes la han recibido,
y las actitudes con las que los seres humanos nos relacionamos
con ella; dos dimensiones de
la realidad que celebramos los cristianos en las fiestas de Navidad cada año.
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Los cristianos tenemos la osadía; la pretensión,
podemos decir, de afirmar con todas las
letras que, aquél en quien creemos, es Enmanuel, es decir,
Dios-con nosotros. El Misterio
de la Encarnación es eso lo que expresa, esa la realidad que afirma. En la
contemplación del nacimiento de Jesús de Nazaret, se nos muestra la revelación que Jesucristo nos ha hecho de cómo
es Dios; su humanamiento en Jesús
coma compasión hasta hacerse uno con la pobreza de nuestra carne. Dios se
manifiesta coma el que llega a nosotros bajándose, siempre bajando.
Quiero
hacer resonar estos versos del profeta Pedro Casaldáliga:
«Sube a nacer
conmigo, dice el poeta Neruda.
Baja a nacer conmigo, dice el Dios de
Jesús.
Hay que nacer de nuevo, hermanos
Nicodemos
y hay que nacer subiendo desde abajo.
De esperanza en esperanza, de pesebre en pesebre,
todavía hay Navidad».
Conmoverse y movilizarse para subir, lo sabemos hacer muy bien
nosotros solos, para esto no nos hace
falta Dios. Pero Él, no viene en poder, en prepotencia y en violencia, más bien se nos muestra como
un Dios "al revés". Aparece en pobreza y en
humildad extremas.
En el lenguaje coloquial de nuestra gente, cuando
alguien vive cómodamente, a "todo
trapo", sin que le falte nada, se le dice: «Vives como
dios». Pero el Dios que aparece en la revelación del Nacimiento de
Jesús, es un Dios que trastoca y descoloca
nuestros esquemas y nuestros conceptos previos. Recuerdo a este respecto, un pensamiento de Clive Staples Lewis, en
su libro,. Una pena en observación, (de donde luego
surgió la magnífica película de Richard Attenborough, Tierras de penumbras:
«La imágenes de lo Sagrado se convierten fácilmente en imágenes sagradas, sacrosantas. Mi idea de Dios no es una idea divina.
Hay que hacerla añicos una y otra vez. La hace añicos Él mismo. Él es el gran
iconoclasta. ¿No podríamos incluso decir que su destrozo es una de las señales de su
presencia? La encarnación es el templo por excelencia; reduce a ruinas todas las nociones previas que del Mesías pudieran tenerse». (Una pena en observación, Anagrama
presencia? La encarnación es el templo por excelencia; reduce a ruinas todas las nociones previas que del Mesías pudieran tenerse». (Una pena en observación, Anagrama
19975,
P. 91)
Los Padres de la Iglesia, en la antigüedad,
se plantearon tres cuestiones, ante la afirmación de la carta a los
gálatas: Al llegar la plenitud de Los tiempos, envió Dios a su La primera ¿por qué tan pronto?, ¿eran aquellos
tiempos tan precarios, realmente
tiempos de plenitud?; la segunda, ¿por qué tan tarde?; c-por que
tardó tanto en llegar,
si Dios deseaba manifestarse a la humanidad?; y la tercera, es la que tiene que ver con este aspecto° que estamos considerando,
y la que más sorprendía: ¿por qué tan bajo?, ¿cómo es
que Dios elige esta manera de venir a nosotros, llegando por el lugar de los
últimos?
Estas cuestiones nos colocan en la posición
correcta para comprender que, no es la plenitud de los tiempos y por eso
viene el Hijo de Dios, sino que, cuando viene y se encarna el Hijo de Dios, llega la plenitud de los tiempos.
Y
podemos preguntarnos: ¿cómo se las ha arreglado Dios para que su Hijo nazca así?
En la tradición de la Iglesia se utiliza una
expresión muy peculiar al referirse a la venida de la Palabra, se dice que <<se ha
abreviado». Así nos lo recuerda el papa Benedicto XVI en su encíclica la Palabra
de Dios: <<La tradición patrística y medieval, al contemplar esta "Cristología de la
Palabra", ha utilizado una expresión sugestiva: el Verbo se ha
abreviado» (Verbum Domini, 12). Y también cuando, en la Homilía
durante la misa de Nochebuena de diciembre de 2006 dijo: «El Hijo mismo
es la Palabra, el Logos; la Palabra
eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se
ha hecho niño para que Ia Palabra esté a nuestro alcance».
Él entra en el mundo, por la puerta de lo
pequeño, de lo menor, de lo que se le concede menos importancia en nuestros
esquemas valorativos. En su manifestarse, lo hace en primer lugar a unos pastores. A ellos, que no
tienen nada que ver con los
pastorcillos que aparecen en las pinturas renacentistas y que no son sino figuras con las caras de los mismos que
pagaban los lienzos o las esculturas a los artistas, o con las
figuritas tan entrañables que adornan nuestros portales de Belén. Los pastores
de los que aquí se trata, eran mal vistos en el pueblo de Israel, gente en la que se confiaba poco; por no
poder, no podían cumplir ni con el Templo, ni con la oración, por
eso se les consideraba
sospechosos de estar fuera de la Ley. Y a ellos se manifiesta el Hijo de Dios, en primer lugar. Allí no están los Sumos Sacerdotes, ni el Sanedrín, ni Herodes ni Pilatos. No están los poderosos, los ricos, los "importantes", las autoridades civiles y militares. Están sencillamente unos pastores que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño (cf. Le 12, 8). Ellos eran el no-poder. La señal que se les da es:
sospechosos de estar fuera de la Ley. Y a ellos se manifiesta el Hijo de Dios, en primer lugar. Allí no están los Sumos Sacerdotes, ni el Sanedrín, ni Herodes ni Pilatos. No están los poderosos, los ricos, los "importantes", las autoridades civiles y militares. Están sencillamente unos pastores que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño (cf. Le 12, 8). Ellos eran el no-poder. La señal que se les da es:
«encontrarán un niño envuelto en pañales
y acostado en un pesebre» (Le 2, 12).
Cuando estarnos ante un niño que nace, recibirnos con toda
claridad el impacto de algo nuevo, algo que
no era y empieza a ser, que era promesa y se hace realidad. Hay
vida, hay futuro, hay toda una vida por delante.
La contemplación del misterio del nacimiento del Niño-Dios, nos
ofrece la oportunidad y la capacidad de nacer de nuevo. Belén nos regala el
lugar donde nacer de nuevo y nacer nuevos. Para eso vino a vivir con nosotros.
Los ciudadanos de esta era, del siglo XXI,
estamos acostumbrados y escuchamos
con toda naturalidad, las noticias que nos vienen del mundo de la ciencia
y de la investigación, que nos sorprenden cada
día con nuevos adelantos, logros y conquistas.
Se nos habla del campo de Higgs, o del bosón de Higgs, como el
pedazo más pequeño de aquel, que
vendría a ser el responsable del valor de la masa del universo. Igual ocurre con los adelantos en la
informática y la telemática, y todos los artilugios de que disponemos cada día para los estudios, la
vida ordinaria y el ocio.
No digamos los imponentes avances que se hacen en el campo de la
investigación médica y la neurociencia, así
como la nanotecnología y los logros de la carrera
espacial. Hace un mes hemos sido testigos de la aventura de la nave Rosetta,
que después de viajar por el sistema solar colocó la sonda Philae en la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, a
510 millones de kilómetros de distancia de la Tierra, marcando un hito
en la historia de la exploración del espacio.
Por otro lado,
entre muchas situaciones dolorosas, sabemos que cada diez minutos hay un
asesinato en Brasil; que la espiral de la violencia se recrudece entre Israel y
Palestina, que en la zona del Sahel siguen muriendo muchísimas personas como
consecuencia de la hambruna que produce la crisis alimentaria y la escasez de
agua y saneamiento; que las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla siguen
soportando, en madrugadas interminables, el grito de dolor y de vida de miles de hermanos nuestros; o que, ahí al lado, en África, hay ya más de cinco mil niños con el ébola, que deambulan por las miles y los poblados, sin que nadie los quiera tocar. ¡Es que no hay sitio para ellos en la posada!
soportando, en madrugadas interminables, el grito de dolor y de vida de miles de hermanos nuestros; o que, ahí al lado, en África, hay ya más de cinco mil niños con el ébola, que deambulan por las miles y los poblados, sin que nadie los quiera tocar. ¡Es que no hay sitio para ellos en la posada!
Cada año celebramos la fiesta de Navidad, en
la que los cristianos cantamos y profesamos la fe
de que Dios, la fuerza vital, el fondo de lo real, se nos ha presentado y se ha hecho compañero del camino que
andamos. Y en medio de esto, venimos todos los años, y escuchamos
eso de <<ya es .,Navidad» o «llegó Navidad». Y no solo se escucha
en los grandes almacenes y en las tiendas de ese gran mercado en que se ha convertido nuestra sociedad,
sino que también seguimos proclamando
inalterablemente que nos ha nacido un Niño, en un portal de Belén, y
que ese Niño nos trae la salvación.
¿Qué pasa? ¿Es que hay dos mundos que transcurren en paralelo,
cada uno por su cauce, sin que se
relacionen el uno con el otro?, o, ¿nuestro universo de fe y de creyentes nos
da elementos para movernos y acertar a vivir con sentido todo lo
que nos llega de las realidades maravillosas
que surgen?
El mensaje es claro, ha aparecido la Vida. Nos ha nacido un Niño,
que con su vida y con su palabra, con
su misma persona, va a transformar nuestras relaciones.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAg6PScosiKW1nYCLcbiJzO7hDWBS3BSNidK9ZBXNWt8_L8Er4OgqA9CDqENV6cfU9_xdFdsUKavRlNCECETRSjqqKpy7iPLb2x2AHQ_e6S3QqzFSJCmRFr86cTdMDCH3TbRAqctSTrd68/s1600/20141219Preg%C3%B3nNavidad2+012_348x233.jpg)
Cada uno puede personalizarlo, darle color y ponerle nombre a las
distintas circunstancias por las que
atraviesa su vida ordinaria; para preguntarse en medio de ellas, sin negarlas,
sin dejar que nos puedan, cómo afrontarlas con esperanza, con la
certeza de que todo tiene un sentido profundo. Con la seguridad de que nuestra
vida no está arrojada al vacío, sino que sigue acompañada por Alguien que
vino, para que «tengamos vida y la tengamos en abundancia» (Jn 10, 10).
Los cristianos no creemos en una fábula
grosera, sino en una realidad que en sí misma y para nosotros, está llena de sentido
y, por lo mismo, sintoniza con las aspiraciones más bellas y profundas
que nuestros corazones albergan.
El mensaje de Cristo, el Evangelio, no se impone por la fuerza,
sino que se dirige a la libertad de la persona a la que quiere convertir y dar
vida.
Vino a vivir con nosotros.
«La gloria del Señor los envolvió en su luz», señala Lucas en su texto.
Y por su parte san Ireneo, afirmaba en el
siglo II: «La gloria de Dios es que el hombre viva. La vida
del hombre es la visión de Dios»
Él, que es la -Vida,
se ha venido a vivir con nosotros, se ha hecho uno de
nosotros. Ha puesto su casa en medio de nuestras casas.
Pero esto, no es un dato más que registramos
en nuestras memorias, y lo dejamos ahi en el disco duro, sin más, sin
repercusiones en nuestras vidas. Como si fuera una
noticia más que puede salir en los telediarios y luego se olvida, tapada por otras noticias
nuevas.
No, que Dios ha entrado en nuestra historia,
significa que la vida adquiere un sentido y una hondura que es preciso
descubrir. La persona de Jesús, Enmanuel, Dios-con-nosotros, y
su mensaje nos ayudan a vivir humanamente,
con plena dignidad, como verdaderos hijos de Dios, para no hacerlo inútilmente, y sin sentido.
con plena dignidad, como verdaderos hijos de Dios, para no hacerlo inútilmente, y sin sentido.
El, «nos
ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David su siervo, según la había
predicho desde antiguo, por boca de sus santos profitas» (Lc 1, 69s).
Pero
puede ocurrir, como ocurrió entonces, «que no haya sitio para él en la
posada».
Puede suceder, que
nos olvidemos de lo esencial, y que lo accesorio y lo secundario nos distraigan y nos mantengan lejos del
verdadero sentido de lo que es.
Necesitamos
reactivar la memoria para mantenernos alerta de lo que está llegando y que se
nos puede escapar. «Vino a su casa,y los suyos no la recibieron».
Como nos recuerda con frecuencia el papa
Francisco, los cristianos hemos de ser "memoriosos", esto es, hemos de
hacer memoria de lo que Jesús, el Señor, ha vivido y ha realizado por nosotros.
En la Alegría del Evangelio nos invita a abrir
los ojos a la realidad, para que tomemos
conciencia del mundo que vivimos, y al que la Vida quiere
llegar y ser acogida.
En el n. 52, el papa hace un análisis de la
situación actual: «La humanidad vive en este momento un giro histórico, que
podemos ver en los adelantos que se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que
contribuyen al bienestar de la gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud de la educación y de la comunicación. Sin
embargo, no podemos olvidar que la mayoría
de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a
día, con consecuencias fumestas.
Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del
corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos La alegría
de vivir frecuentemente se
apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada
vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir
con poca dignidad».
Por eso mirando a
la Navidad, podemos decir que:
No hay sitio en la posada para Él, cuando
olvidamos los valores que nos trajo, cuando prescindimos de su enseñanza y su
mensaje liberador e intentamos construir nuestro
mundo, unos contra otros.
No hay sitio para Él, cuando el interés
particular y lo mío, ahogan lo común y lo nuestro. Cuando edificamos unas
relaciones de todo tipo que favorecen una «economía de la exclusión y de la
inequidad» y una cultura del «descarte».
No hay sitio en la posada, cuando estamos en la «idolatría del
dinero» e instalados en la «inequidad que genera violencia».
Entrar en el ambiente de la Navidad y en su fuerza vivificante, es
coger la onda de la dinámica que
introdujo el Hijo de Dios al entrar en nuestro mundo. Una dinámica de
hermanamiento que nos humaniza hasta el fondo y en el mismo movimiento
nos diviniza.
La celebración de la Navidad es un acicate y un estimulo para
trabajar por un mundo mejor, un mundo
que no solo es posible, sino necesario. Y este trabajo no es algo individual, de cada persona por su
cuenta, a base de voluntarismos y empeños aislados, sino que es una
tarea en común, solidaria y eclesial.
Navidad nos
recuerda que somos compañeros de camino. Y nos hacemos una pregunta en plural:
que hemos de hacer?, y nos respondemos: la tarea y también el camino, y los hacemos juntos. Como dice un
proverbio árabe: «El desierto solo se cruza en
caravana».
En estos años estamos en nuestra diócesis
insistiendo en la imagen del desierto
como metáfora que nos ayude a entender lo que nos está pasando, el momento cultural, político-social y religioso que estamos viviendo. Una
cita del papa Benedicto XVI nos ha recordado que «En el desierto se
descubre lo esencial para vivir».
Y ahí hemos ido
tomando conciencia de que somos comunidad, formamos la comunidad de los que siguen a Jesús, comunidad de
discípulos misioneros, que juntos
queremos anunciar lo que se nos ha anunciado. Navidad es un tiempo de gracia
y de amor para comprenderlo mejor.
Vamos juntos
construyendo eso que en el lenguaje bíblico-teológico llamamos el Reino
de Dios: Una humanidad de hermanos y hermanas
reconciliados, hijos libres de un mismo Padre/Madre Dios, que nos ama. Aunando
nuestros sueños en ese proyecto de
vida. Como decía un gran soñador de los tiempos del Concilio, mons. Helder Cámara, obispo de Recife
(Brasil): «Un sueño individual es una ilusión, pero
muchos sueños juntos son ya un proyecto». Este proyecto que nos llega
con la Navidad, es una realidad, al mismo tiempo don y tarea para
nosotros.
Don, porque es un regalo que Él mismo nos
hace, por eso se lo pedimos tal como nos lo dejó dicho en la oración que nos
enseñó a orar: «Venga a nosotros tu Reino». Cuando en estas fechas tenemos la buena
costumbre de hacernos regalos, en
el fondo estamos expresando y reconociendo que Él es el gran regalo. Dios
se nos regala primero, y por
eso nosotros también nos regalamos.
Pero también es tarea, es decir, esfuerzo y
compromiso, en el trabajo que nos encomienda en su viña y a la que nos ha llamado a colaborar.
Sabiendo que al acabar siempre hemos de
decir con humildad: «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que
debíamos hacer» (Le 17, 10).
Esta realidad del don y la tarea, que encontramos en el corazón
mismo del Evangelio, los aruquenses tenemos el gozo de llevarla incrustada en
el escudo heráldico de la ciudad, sobre
la piedra azul de nuestras canteras, en la leyenda de origen benedictino que reza: "Ora
et Labora". Ora, ruega, acoge, ábrete al don, disponte
al regalo, y, laboro, trabaja, implícate, colabora y coopera
en la tarea común.
Navidad es una ocasión propicia para renovar, reforzar o iniciar
compromisos concretos de presencia y
solidaridad en nuestras vidas, que nos acerquen a los lugares
donde Dios se hace presente permanentemente, y donde está naciendo, o en trance de
nacer, y solicita nuestra colaboración.
Celebrar la Navidad significa renovar
nuestra conexión y compromiso con la Vida. La vida no es algo que tenemos, que poseemos, como tantas
otras cosas, sino que es lo que somos.
Por debajo de nuestras identidades y de los papeles que desempeñamos,
somos en realidad la Vida que se hace presente
y se expresa en esta forma determinada que somos cada uno.
Entrar en contacto con la Vida es entrar en contacto con nuestra
identidad verdadera y, desde ella,
nacer de nuevo; la Vida que es, nos hace caer en la cuenta de la unidad profunda de todos los seres
humanos, no estamos separados de nada ni de nadie, cada persona es
la Vida expresándose en él.
Y volvemos a repetir con san Ireneo: «La
gloria de Dios es que el hombre viva». Porque con los nombres de «Dios» y de «Vida»,
nosotros, en nuestro límite humano, balbuceamos el Misterio inefable de lo Real,
y expresamos la Presencia de quien nos sostiene y nos da la vida, y que ha puesto su
morada entre nosotros.
Esto es lo que recordamos y celebramos en
estas fiestas: que vino a vivir con nosotros. Y vino para darnos el ser hijos de
Dios. Esa es nuestra grandeza, ese es nuestro mayor título, el que nos define y nos constituye, el que
declara nuestra auténtica identidad. Por eso podernos decir: llegó Navidad a
nuestras vidas. Estamos en Navidad.
Que
nadie nos robe la Navidad. No dejemos que nadie nos la quite. Que
nada tergiverse el sentido de lo que es para un cristiano la Navidad. Cuidémosla,
pues se nos puede adulterar, o vaciar de contenido, hasta sufrir una metamorfosis y
ser otra cosa, con el mismo nombre, pero otra cosa.
La Fiesta de la
Vida, no puede ser ahogada con fiestas, luces, globos y serpentinas. Ella pugna por abrirse paso entre todo
cuanto la niegue o pretenda descafeinarla. La pujanza de la Vida es más
fuerte que sus contrarios. Y cuando va logrando nacer, cuando la vamos dejando
llegar, todas nuestras fiestas adquieren sentido, y las luces
alumbran de forma
distinta, y los globos y las serpentinas se reestrenan coloreando el ambiente
de manera nueva.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-V77NR4TAlcZPHOxMsddCxOtL51i54qyKxVBGu77iYjNKhGenwC7UCUt8TrCiOp2Sc18TJYQ0y65ZFb69iSOpiY1Fjc2T1NqLmeqYgakMBtyBIHxen5952GfgCo5L__wHBDKklqes1nkC/s1600/20141219Preg%C3%B3nNavidad2+008_348x233.jpg)
Así que: ¡FELICES
NAVIDADES! a todos, amigos.
Sube
a nacer conmigo,
dice
el poeta Neruda.
Baja
a nacer conmigo,
dice el Dios De
Jesús.
Hay
que nacer de nuevo,
hermanos Nicodemos
y hay que nacer subiendo desde ahajo.
De esperanza en esperanza,
de
pesebre en pesebre, todavía hay Navidad.
Desconcertados
por el viento del desierto
que no sabemos de
donde viene
ni adonde va.
Encharcados
en sangre y en codicia,
prohibidos de vivir
con dignidad,
sólo este Niño
puede salvarnos.
De esperanza en
esperanza,
de pesebre en
pesebre,
de
Navidad en Navidad.
Siempre de noche
naciendo de nuevo,
Nicodemos.
"Desde
las periferias existenciales;"
con la fe de Maria
y los silencios de.José
y todo el Misterio del Niño,
hay Navidad.
Con los pobres de la tierra,
confesamos
que El nos ha amado
hasta el extremo
de entregarnos su propio Hijo.
hecho Dios venido a menos,
en una Kenosis total.
Y es Navidad.
Y es Tiempo Nuevo.
Y la consigna es
que
todo es Gracia,
todo es Pascua,
todo es Reino.
Pedro Casaldáliga