El pasado viernes día 11 de este mes de marzo, tuvo lugar la edición del Pregón de Semana de este año.
El pregón fue realizado y leído por el Pregonero Fr. José Luis Galiana Herrero
Que este año por motivos ajenos a la organización no pudo asistir al mismo, pero las nuevas tecnologías nos dio la posibilidad de visualizarlo y escuchar por esta vía.
A continuación podemos leer el texto de mismo:
SALUDO
Quisiera agradecer y
saludar a cuantos hoy participáis en este Pregón de la Semana Santa de Arucas.
Agradecer, porque es
de bien nacido ser agradecido, aparte de porque puede ser arriesgado invitar a
tal negocio a un “joven” monje del Cister, anclado en la Vieja Castilla.
Agradecer por querer
que comparta con vosotros, en la distancia y en diferido estos pensamientos de
un Dios muy particular, ya que Dios es Uno y Trino, pero además cada uno
tenemos el nuestro… porque Dios es así de grande.
Agradecer que sea en
este año jubilar de la
MISERICORDIA , y porque el Señor ha tenido gran misericordia
conmigo puedo hablar desde del corazón.
Saludar a todos, desde
la Península ,
la distancia, la obediencia, la clausura… las nuevas tecnologías y el empeño de
los organizadores han hecho esto posible.
Saludar a los que me
conocen y a los que no, pero que hoy, juntos, nos asomaremos a las llagas de
Cristo y desde ellas encarnaremos en muestras vidas la pasión en nuestros días.
Muchas gracias
LLAGAS
DE MISERICORDIA
No hay Semana Santa
sin Pasión, ni Pasión sin dolor.
Las llagas son el
resultado de ese proceso.
Heridas abiertas por
las que se escapa la vida.
Heridas cruentas que
gritan dolor.
Heridas sufrientes que
siguen hoy sangrando.
Heridas que anuncian
gloria y salvación
Los misterios que
celebramos tienen 2000 años de actualidad, pasaron, pasan y pasarán. Dios hoy
sigue salvando. Dios sigue sufriendo la Cruz.
Estamos acostumbrados
a contemplar las llagas y quedarnos con lo que de ellas sale: sangre, suero,
agua, dolor.
Sangre y agua de la
que los Padres antiguos dicen que nace la Iglesia.
Sangre que lava la
culpa de Adán enterrado según la iconografía oriental a los pies de la Cruz, y
en él la de toda la humanidad.
Es
el drama de amor que alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre. Dios derrama su
ilimitada misericordia hasta tal punto que hace de él la «Misericordia
encarnada»[1]
Hagamos juntos un
recorrido distinto:
LLAGAS DE PASION
Las santas Matilde y Gertrudis
de Helfta, dos grandes monjas del medievo, fueron devotas de las Santas Llagas, Gertrudis recitaba diariamente una oración en
honor a las 5466 llagas que, de acuerdo a la tradición, fueron infligidas a
Jesús durante su Pasión.
Nosotros
sólo nos detendremos en las cinco llagas de la cruz.
Después de celebrar la
cena de Pascua con sus discípulos se retiró, como de costumbre, al huerto de
los Olivos -costumbre de orar, acostumbrados al lugar- pero este momento de
oración no fue como otras veces, ya fue pasión.
Allí unos de los
suyos, de los íntimos, le entrega a los judíos...
Al que yo bese, ese es, prendedlo [2]
...Con un beso...
Lo que puede doler un
beso.
Maniatado,
golpeado,
zarandeado,
... a Caifás,
al Sanedrín,
ante Pilatos...
Tres juicios,
tres farsas,
y por medio,
tres negaciones del
primero entre los apóstoles.
Flagelado,
coronado,
mofeado...
... un payaso...
y ante una sinrazón
gritona la sentencia: Morirá en Cruz.
Cuatro clavos.
Cuentan los manuales
que el recorrido de Cristo por la
Cruz fue el más duro de los posibles, la crucifixión llamada
cruenta, la más sádica y dolorosa, por lo mismo, la más salvadora. Desnudarlo
de sus ropas, ensangrentadas y sucias, pegadas al cuerpo por las muchas heridas
y la carga del madero, era una de las mayores humillaciones para un judío
formal: mostrado desnudo.
Tumbado con la espalda
en tierra,
los ojos idos al
cielo,
atado ya en el
patíbulo traído en sus espaldas,
le clavaron las manos,
golpe tras golpe,
clavo por mano.
Izado el travesaño en
el madero ya hincado
se siente el golpe del
encajado.
sobre su cabeza cuelgan
la sentencia.
Y le clavan los pies,
uno sobre otro,
con un solo clavo.
Y esperar...
Los sudores llegan,
la sed araña,
las heridas sangran,
el cuerpo pesa,
el aire falta,
la vida escapa,
el Hombre acaba...
La quinta llaga, una lanzada.
La ley romana
prescribía que los cuerpos de los crucificados fuesen quemados o arrojados a
las fieras o terminados de matar por el hambre o quebrantados en sus piernas o
alanceados, este fue el final de Jesús el Nazareno, Rey de los Judíos.
Lanzada perfecta,
[1] Juan 19, 15
clavada de experto,
entre dos costillas,
directa a la esencia.
Sin romper un hueso.
Como cordero[1] llevado
al matadero… se deja tumbar o cae simplemente en tierra, los azotes de la
flagelación vuelven a sentirse desde los pies a la cabeza[2]; se deja
clavar; se deja alzar; se deja coronar en cruz como rey de los judíos[3], y a su
derecha y a su izquierda[4], en este
nuevo reino, dos ladrones, estimándole como el mayor de ellos[5]. Traspasado
por una lanza[6].
Llagas en el cuerpo
del Hijo amado que tantas veces tuvo en sus brazos, nunca como ahora, María la
madre. Llagas sentidas en cuerpo propio, encontradas en aquella espada[7]
anunciada para el día que traspasara su alma. Llagas en cuerpo de Hijo[8],
sufridas en entrañas de Madre.
Llagas que María
Magdalena siente sufriente en la desesperanza de no encontrar el cuerpo del
maestro buscado y deseado en la aurora del domingo[9].
Llagas que Tomás tiene
que ver y tocar para encontrarse resucitado con Cristo y palpar la fe del Señor mío y Dios Mío[10].
LLAGAS DE LUZ
Jesús nos
invita a mirar sus llagas, nos invita a tocarlas, como a Tomás, para sanar
nuestra incredulidad. Nos invita, sobre todo, a entrar en el misterio de sus
llagas, que es el misterio de su amor misericordioso.[11]
A través de ellas,
como por una brecha luminosa, podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios:
su Pasión, su vida terrena -llena de compasión por los más pequeños y los
enfermos-, su encarnación en el seno de María. Y podemos recorrer hasta sus
orígenes toda la historia de la salvación: las profecías -especialmente la del
Siervo de Yahvé-, los Salmos, la
Ley y la alianza, la liberación de Egipto, la primera pascua
y la sangre de los corderos sacrificados; e incluso hasta los patriarcas
Abrahán, y luego, en la noche de los tiempos, hasta Abel y su sangre que grita
desde la tierra. Todo esto lo podemos verlo a través de las llagas de Jesús
Crucificado y Resucitado y, como María en el Magnificat,
[1] Hechos 8, 32
[2] Isaías 53, 4
[3] Juan 19, 19
[4] Mateo 20, 22
[5] Lucas 15, 26-28; Isaías 53, 12
[6] Juan 19,34
[7] Lucas 2, 34
[8] Cf Juan 19, 25
[9] Juan 20, 17
[10] Juan 20, 28
[11] Papa Francisco. Homilía
del II Domingo de Pascua de 2015
podemos
reconocer que su misericordia llega a sus
fieles de generación en generación. [1]
San
Bernardo, en su comentario al Cantar de los Cantares[2], se detiene justamente en el
misterio de las llagas del Señor, usando expresiones fuertes, atrevidas, que
nos hace bien recordar hoy. Nos presenta las llagas como refugio del alma:
¿Dónde podrá hallar nuestra
debilidad un descanso seguro y tranquilo, sino en las llagas del Salvador? En
ellas habito con seguridad, sabiendo que él puede salvarme. Grita el mundo, me
oprime el cuerpo, el diablo me pone asechanzas, pero yo no caigo, porque estoy
cimentado sobre piedra firme. Si cometo un gran pecado, me remorderá mi
conciencia, pero no perderé la paz, porque me acordaré de las llagas del Señor.
Él, en efecto, fue traspasado por nuestras rebeliones. ¿Qué hay tan mortífero
que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por esto, si me acuerdo que
tengo a mano un remedio tan poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna
dolencia, por maligna que sea. Por esto, no tenía razón aquel que dijo: Mi culpa
es demasiado grande para soportarla. Es que él no podía atribuirse ni llamar
suyos los méritos de Cristo, porque no era miembro del cuerpo cuya cabeza es el
Señor. Pero yo tomo de las entrañas del Señor lo que me falta, pues sus
entrañas rebosan misericordia. Agujerearon sus manos y pies y atravesaron su
costado con una lanza; y, a través de estas hendiduras, puedo libar miel
silvestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gustar y ver qué bueno
es el Señor. Sus designios eran designios de paz, y yo lo ignoraba. Porque,
¿quién conoció la mente del Señor? ¿quién fue su consejero? Pero el clavo
penetrante se ha convertido para mí en una llave que me ha abierto el
conocimiento de la voluntad del Señor. ¿Por qué no he de mirar a través de esta
hendidura? Tanto el clavo como la llaga proclaman que en verdad Dios está en
Cristo reconciliando al mundo consigo. Un hierro atravesó su alma, hasta cerca
del corazón, de modo que ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades.
Las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los secretos de su corazón; nos
dejan ver el gran misterio de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia
de nuestro Dios, por la que nos ha visitado el sol que nace de lo alto. ¿Qué
dificultad hay en admitir que tus llagas nos dejan ver tus entrañas? No podría
hallarse otro medio más claro que estas tus llagas para comprender que tú,
Señor, eres bueno y clemente, y rico en misericordia. Nadie tiene una
misericordia más grande que el que da su vida por los sentenciados a muerte y a
la condenación. Luego mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré
pobre en méritos, mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la
misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y, aunque
tengo conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado, más desbordante
fue la gracia. Y, si la misericordia del Señor dura siempre, yo también cantaré
eternamente las misericordias del Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia?
Señor, narraré tu justicia, tuya entera. Sin embargo, ella es también mía, pues
tú has sido constituido mi justicia de parte de Dios.
[1] Lucas 1, 50
[2] De los sermones de San
Bernardo, abad, sobre el libro del Cantar de los cantares (Sermón 61, 3-5:
Opera omnia, edición cisterciense, 2, 1958, 150-151)
Es este,
hermanos y hermanas, el camino que Dios nos ha abierto para que podamos salir,
finalmente, de la esclavitud del mal y de la muerte, y entrar en la tierra de
la vida y de la paz. Este Camino es Él, Jesús, Crucificado y Resucitado, y
especialmente lo son sus llagas llenas de misericordia.
LLAGAS ABIERTAS
La
misericordia de Dios transforma el corazón del hombre haciéndole experimentar
un amor fiel, y lo hace a su vez capaz de misericordia. Es siempre un milagro el que la misericordia
divina se irradie en la vida de cada uno de nosotros, impulsándonos a amar al
prójimo y animándonos a vivir lo que la tradición de la Iglesia llama las obras
de misericordia corporales y espirituales. Ellas nos recuerdan que
nuestra fe se traduce en gestos concretos y cotidianos, destinados a
ayudar a nuestro prójimo en el cuerpo y en el espíritu, y sobre los que
seremos juzgados: nutrirlo, visitarlo, consolarlo y educarlo[1].
Las nuevas llagas están a nuestra puerta, cono otro Lázaro
gritando desde su silencio y nuestra insensibilidad por cada martillazo sobre
los clavos. Lázaro es la posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y quizás
ignoramos.
Tiempo,
el presente para despertar nuestra conciencia y para entrar todavía más en las
llagas de Cristo y en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los
privilegiados de la misericordia divina»[2]. En el pobre, en efecto, la carne de Cristo «se
hace de nuevo visible como cuerpo martirizado, llagado, flagelado, desnutrido,
en fuga... para que nosotros lo reconozcamos, lo toquemos y lo asistamos con
cuidado»[3].
Misterio inaudito y escandaloso la continuación en la historia del sufrimiento
del Cordero Inocente, zarza ardiente de amor gratuito ante el cual, como
Moisés, sólo podemos quitarnos las sandalias[4]
y caer rostro en tierra adorando.
Ante este amor fuerte como la muerte[5], el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa[6], y que es figura de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Y este ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual resuena siniestramente el demoníaco seréis como Dios[7] que es la raíz de todo pecado.
Las
cifras hablan por sí solas. La situación social nos grita, quizás hasta nos
duele en carne propia.
Hoy[8]
en España algo más del 29% de la población viven bajo el umbral de la pobreza o
en riego de exclusión social, 400.000 en pobreza severa. Dar de comer al hambriento, dar
de beber al sediento, vestir al
desnudo...
[1] Cf. Carta del Papa
Francisco para la Cuaresma 2016
[2] MISERICORDIAE VULTUS, 15. Bula de convocatoria
del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. Papa Francisco. (11 de abril de
2015)
[3] Ibíd.
[4] Cf. Éxodo 3, 5
[5] Cf. Cantar 8, 6
[6] Cf. Lucas 16, 20-21
[7] Génesis 3, 5
[8] INE Encuesta de
condiciones de vida 2014
comida,
bebida, ropa que seguro no nos sobra, pero que compartida tendrá el aliño de la
fe y de la misión bien realizada.
Las
encuestas hablan de 250.000 enfermos terminales[1],
casi el 8% de la población vive en soledad[2],
a veces, abandonados cuando se convierten en una carga para sus cercanos y ya
han dado todo lo que física y económicamente podían aportar. La soledad es hoy
la enfermedad de muchos mayores aparcados cuando ya no nos son útiles... Visitar
al enfermo.
Visitar a los presos[3], hoy no es tan fácil -es el propio recluso quien
pide o acepta la visita-. En Burgos (y perdonad que os hable de los que tengo
cerca) el capellán del Centro Penitenciario local ha invitado a los creyentes
de la diócesis a acercarse a la Eucaristía dominical en la capilla de la
cárcel, quizás no sea un visitar formal pero sí es un estar cerca y compartir
-por lo menos- una fe que es la misma en situaciones tan distintas y una a
pesar de los barrotes, los guardias y las cámaras de seguridad. Y sobre todo
rezar juntos. De todos modos hay otras muchas cárceles sin rejas ni guardias,
lo mismos que hay muchas enfermedades que no se curan con medicinas, sino con
pura misericordia.
Dar posada al peregrino. Otra obra de Misericordia que hoy nos cuesta entender, pero hasta no hace tanto
-sobretodo en el ámbito rural- era fácil y común recibir en la propia casa a
los viandantes, hoy desconfiamos de todo y de todos y seguramente la propia
legislación civil lo restrinja. San Benito, en la Regla que seguimos los
monjes, al hablar de la acogida dice que se reciba al que se acerca al
monasterio como si del mismo Cristo de tratase[4]...
Esta debería ser la forma de vivir las Obras de Misericordia, obras hechas al
mismo cristo en los muchos Lázaros que andamos por el mundo, porque todos somos
Lázaros necesitados de misericordia y todos podemos dar misericordia.
Enterrar a los muertos... Hay dos entierros -tengo cercana la muerte
de mi padre y lo mantengo-, dos entierros, el del cuerpo del fallecido del que
ya se encargan empresas al uso y el entierro de las muchas emociones y ataduras
que tenemos con los difuntos. En las dos podemos estar, en la segunda la
misericordia tiene que sobreabundar.
En España hay, en
pleno siglo XXI, más 800.000 personas que no saben ni leer ni escribir[5].
Quizás el enseñar al que no sabe
no lo tengamos que buscar hoy en lo cultural sino en lo vivencial, enseñar a
vivir. Y quien enseña al que no sabe y le enseña a vivir está dando
buen consejo a quien lo necesita. Vivir con misericordia que es lo
mismo que con dignidad; en fraternidad porque no somos islas; en pluralidad
porque somos muchos y distintos, pues Dios nos ha hecho así y así nos ama. Y
con todo habrá que corregir al que se
equivoca,
[1] Organización Medica
colegial
[2] Informe
‘La Soledad en España’, Fundación
AXA y Fundación ONCE. Un
19,5% de los españoles vive solo y un 80,1% acompañado, mientras que las
respectivas proporciones entre las personas con alguna discapacidad son 18,4% y
79,7%.Y de los que viven solos, un 59,5% dice que lo hace porque quiere,
voluntariamente, y esa proporción es del 57,6% en la muestra de personas con
alguna discapacidad. En este sentido, se podría decir que sólo un 7,9% de la
muestra global de los españoles mayores de 18 años se puede considerar como
realmente aislado, en cuanto a que vive solo por obligación, y no por voluntad
propia. Este porcentaje es casi idéntico entre las personas con discapacidad
(7,8%)
[3] 65.017 reclusos en 2014.
INE. Ministerio del Interior
[4] Regla de San Benito,
capítulo 53
[5] INE. Encuesta de Población
Activa (EPA) 2015
que
también es educar, y educar sin imponer; que es como acariciar el intelecto sin
arañar.
Perdonar a los que nos ofenden... qué bien suena, y está colocada entre las obras
de misericordia espirituales, pues perdonar no es cuestión de la razón sino del corazón y desde la fe. Somos muy
sensibles a lo que nos hacen sin serlo tanto para lo que nosotros hacemos, y
ofender el muy fácil a la vez que gratuito. El perdón no se impone, no se
perdona porque sí, no podemos pedir a alguien que perdone a quien le pega, a
quien le quita sus cosas, a quien le hace llorar, pero sí podemos enseñar y
aprender a amar desde la misericordia al otro a pesar de que haga esas cosas y
además juntos entender lo que no se tiene que hacer a los demás. Si aprendemos
a amar a los otros a pesar de sus debilidades, podremos entender que Dios nos
ama a pesar de nuestras infidelidades, porque si nosotros somos capaces de
perdonar, cuanto más Él que antes de hacer mal las cosas ya nos ha amado y
después nos sigue amando. Aún con todo y con la ayuda de Dios, quizás tengamos
que recurrir a sufrir con paciencia
los defectos del prójimo, y a ejemplo de Cristo padecer calladamente y
orar por los enemigos[1]
porque a veces no saben lo que hacen[2].
Consolar al triste. Cuanto triste encontramos hoy por el mundo, en
las calles, en el trabajo, hasta en las iglesias. Gente desilusionada, sin esperanza
ni ganas de esperar; gente derrotada antes de intentar nada. Hoy el consolar
de esta buena obra quizás lo tengamos que traducir por animar, ilusionar...,
y el mejor modo es compartir la alegría que nos da el sabernos hijos de
Dios. El hoy beato Papa Pablo VI escribió hace ya cuarenta a años -también
en el contexto de un Año Jubilar- sobre la alegría[3]
como esencia de la humanidad y reflejo de una vida cristiana.
Y
rezar por los vivos y los difuntos.
Es la última y la más llevadera de todas las obras de misericordia.
Rezar es hasta fácil. Pero rezar por los vivos y los difuntos que no son los
nuestros es otro cantar; rezar por los que no nos caen bien, por los que nos
ofenden, por quien es nuestro rival en la escuela o el trabajo y hasta en la
fila del paro. Orar por los nuestros, los que no son los nuestros, los de
enfrente y los opuestos, orar por los enemigos.
Orar
por aquellos que nadie ora.
Orar
por los que no saben orar.
La
oración de un justo es poderosa y eficaz, dice el apóstol Santiago[4].
Orar
es pedir ayuda a Dios para aquello que nosotros solos no podemos hacer, y si
Dios está con nosotros, quien estará contra nosotros[5].
Orar
"por" y orar "con". El hecho de orar juntos cuantas cosas
puede arreglar dejado que Dios haga su parte y reparta sus dones.
Que
este caminar en la Cuaresma buscando y dando misericordia nos lleve a descubrir
a Cristo sufriente y salvante en cuantos hoy necesitamos la misericordia de
Dios y la misericordia de los hombres.
Que
sus llagas, hoy abiertas, sean fuente de misericordia para todos.
Feliz
y santa Semana.
Feliz
año de la Misericordia.
Que
juntos resucitemos con Cristo.
fr.
José Luis Galiana
Monasterio
Cisterciense de San Pedro de Cardeña
Burgos SALUDO
Quisiera agradecer y
saludar a cuantos hoy participáis en este Pregón de la Semana Santa de Arucas.
Agradecer, porque es
de bien nacido ser agradecido, aparte de porque puede ser arriesgado invitar a
tal negocio a un “joven” monje del Cister, anclado en la Vieja Castilla.
Agradecer por querer
que comparta con vosotros, en la distancia y en diferido estos pensamientos de
un Dios muy particular, ya que Dios es Uno y Trino, pero además cada uno
tenemos el nuestro… porque Dios es así de grande.
Agradecer que sea en
este año jubilar de la
MISERICORDIA , y porque el Señor ha tenido gran misericordia
conmigo puedo hablar desde del corazón.
Saludar a todos, desde
la Península ,
la distancia, la obediencia, la clausura… las nuevas tecnologías y el empeño de
los organizadores han hecho esto posible.
Saludar a los que me
conocen y a los que no, pero que hoy, juntos, nos asomaremos a las llagas de
Cristo y desde ellas encarnaremos en muestras vidas la pasión en nuestros días.
Muchas gracias
[1] Mateo 5, 44
[2] Lucas 23, 34
[3] Exhortación Apostólica
GAUDATE IN DOMINO de Su Santidad Pablo VI sobre la Alegría Cristiana. (9 de
mayo de 1975)
[4] Santiago 5, 16
[5] Romanos 8, 31
Posteriormente tuvo lugar la Actuación Musical a cargo del Grupo:
Actuación Musical Coro AMATI de Telde
Vídeo Resumen del Acto: