lunes, 26 de marzo de 2012

Sendear por Arucas en Imágenes

   El pasado sábado tuvo lugar una nueva edición de "Sendear", en esta ocasión visitamos nuestro municipio.




Como se ven en estas imágenes con un buen número de participantes.


Nuestro municipio tiene vistas increíbles,les invitamos a que las disfruten.


Para descargar las fotos pulsen sobre la presentación.



¡¡Nos vemos en el siguiente Sendear !!!!!!!!!!


Pregón de Semana Santa

    El pasado viernes tuvo lugar en la Iglesia de San Juan Bautista, el Pregón de Semana  Santa correspondiente a este año, a cargo de doña María Teresa Murillo Ortega (Dominica M.S.F.) y la parte musical a cargo de la Banda Municipal de Música de Arucas.


    Tanto el Pregón como la parte musical con un gran éxito de los intervinientes.



 Felicidades por su aportación a este acto.



Resumen-Vídeo del Pregón




VÍDEO DE LA ACTUACIÓN MUSICAL




A continuación el texto del Pregón :

PREGÓN DE SEMANA SANTA DE ARUCAS 2012
            Saludo:
Agradezco cordialmente a los miembros de la Tertulia “P. Marcelino Quintana”, la confianza depositada en mí para pronunciar el pregón de esta Semana Santa…
He de reconocer, que cuando me lo propuso Pedro Cardona, me sorprendí, y pensé ¿cómo voy  a pregonar la Semana Santa de Arucas sin ser de Arucas? Parece que los pregones se encargan a hijos de la ciudad…, pero les confieso que acepte por el cariño que le tengo a Arucas, a través de buenos amigos de hace muchos años, desde mi juventud estoy vinculada a esta ciudad. En ella he disfrutado de su encanto arquitectónico y de sus bellezas naturales, he disfrutado con amigos, he cantado, he celebrado, he reído y he llorado al despedirme de personas muy queridas que ya no están entre nosotros.
CAMINO HACIA LA PASCUA
Semana Santa, para unos, tiempo de vacaciones, ocio, tiempo libre, o una simple fiesta de primavera… pero, para los que hoy aquí estamos, ¿Qué es la Semana Santa?
Para los creyentes la esencia de la Semana Santa es el momento de conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo Hijo de Dios hecho hombre. Por Él y sólo por Él, es por lo que llamamos a estos días Semana Santa.
            Es una semana repleta de emociones, de nostalgia, de oración, de recuerdos, pero sobre todo de vivencias. Vivencias humanas que giran alrededor de Cristo, de su madre, de nuestra parroquia, de todo el entramado religioso, social, antropológico y artístico que conforman la Semana Santa. Vivencias experimentadas alrededor de los pasos, expresiones plásticas de lo celebrado en la liturgia, y del arte de imagineros que como Manolo Ramos, a través de su Cristo Yacente o Cristo de la buena muerte, ha sabido trasmitir a tantas generaciones, con su arte hecho imagen, el profundo espesor del sufrimiento y la muerte fecunda. Impresionante paso, que sobrecoge a todos los que lo contemplamos, y que al son de tambores nos introduce solo con mirarlo en un ámbito sagrado, trascendente y conecta con nuestras más profundas experiencias de compasión, misericordia y desconsuelo…
Vivencias que desde la infancia se van fraguando, y que se van quedando  como algo propio, personal, que se graban en lo más profundo del corazón. Vivencias… tambores, música, trompetas; olores, incienso, flores, mantillas, capuchinos, luto riguroso. Los pasos paulatinamente nos recordaban que algo muy importante acontecía…
             Y… esta tarde estoy aquí, en este magnífico marco, uno de los pocos ejemplos de la arquitectura neogótica tardía existentes en Canarias, donde la verticalidad que se potencia en su arquitectura, parece que nos indica la trascendencia, y nos remite al ámbito de lo sagrado. El uso de la piedra y la luz, la profusión de detalles ornamentales en fachadas torres y ventanales. Sus vidrieras, piezas de gran belleza, nos muestran pasajes de la Biblia, distintas advocaciones de María, santos y mártires, motivos florales, geométricos y simbólicos… El uso de la cantería, de esta piedra azul o piedra de Arucas, seña de identidad en casi todas las edificaciones calles y plazas, nos hace recordar a los que trabajaron en su construcción, en especial en el oficio de la piedra: maestros de obra, tallistas, labrantes, entalladores, cabuqueros etc. Su trabajo y esfuerzo transformaron la piedra de Arucas en oración, en mirada trascendente que apunta hacia otra realidad que de alguna manera hoy nos convoca y nos remite a otra dimensión. 
Todo lo dicho, da la impronta a este templo, conocido popularmente como “La Catedral de Arucas”, marco incomparable, que nos ayuda como reza la tradición dominicana de Domingo de Guzmán, “a hablar con  Dios de los demás y a los demás hablar de Dios”.
Y para eso, estoy aquí, en la Iglesia de San Juan Bautista entre ustedes para proclamar solemnemente  el anuncio de la llegada de una nueva Semana Santa, la Semana Santa de Arucas 2012 y por tanto,  para hablarles de Dios.
Anunciar esta semana, que denominamos Santa, supone proclamar el MISTERIO de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Los Hechos que conmemoramos  los conocemos, todos los años nos acercamos a ellos, en una pedagogía sin fin que nuestra Iglesia nos ofrece como si quisiera que los fuéramos asimilando poco a poco, el MISTERIO DE DIOS, como el buen vino, hay que decantarlo reposarlo saborearlo con paciencia y profundidad, en compañía, en comunidad.
Y es precisamente en el concepto de MISTERIO, donde tenemos la clave para entender y comprender el mensaje que Jesucristo nos comunica a través de lo acontecido en lo que llamamos Semana Santa. Pues  contrariamente a lo que muchas veces se piensa, el misterio no es una verdad oculta a la que no podemos acercarnos. En el termino misterio, hemos de ser capaces de encontrarnos en persona con Cristo, ya que Él, y sólo Él, constituye el punto central de nuestra fe cristiana.
Al comenzar su última semana, una semana que Jesús no iba a terminar y que, sin embargo, sería la más larga de su vida, el clima en torno a Él se enrarecía de día en día. Los responsables religiosos de la nación le hacían vigilar, con la esperanza de encontrar en sus palabras o en sus obras nuevos motivos de acusación. Aguardaban la ocasión favorable para arrestarlo sin que se amotinaran las masas que acudían gustosas a escucharle. Es cierto que aún estaba a tiempo de “escurrir el bulto”, volver a su casa, renunciar a toda actividad y dejar transcurrir el tiempo apaciblemente: todavía era joven y tenía toda la vida por delante. Pero ya había tomado una decisión y, a pesar de la angustia que en algunos momentos  atenazaba su alma, estaba firmemente decidido a cumplir su misión hasta el final, y afrontar, si era preciso, la muerte. Por eso al acercarse la Pascua, tomó valientemente el camino de Jerusalén, acompañado de sus discípulos.
“La primavera estaba en todo su esplendor: las amapolas teñían de rojo las suaves colinas, los almendros en flor difundían su penetrante aroma. Los trinos de las aves llenaban el aire, y en los caseríos y en las aldeas los niños, despreocupados de todo, se divertían jugando. La gente se preparaba para celebrar la Pascua en recuerdo de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Todo invitaba a vivir y a ser feliz”. (Eloi Leclerc)
En cabeza del pequeño grupo, Jesús caminaba orando y meditando.
En pocos días, sería arrestado, condenado, colgado de un madero, espantosamente torturado y expuesto, en la más absoluta desnudez, a las burlas de todos. Iba a morir como un impío, por cumplir y ser fiel a la voluntad del Padre. Ése fue el destino al que llegó en aquella luminosa primavera. Y todo por haber querido dar a conocer al mundo, la ternura del Padre.
Sin embargo, todo había comenzado con el alegre anuncio del Reino a orillas del lago. Una experiencia maravillosa. Dios se había acercado a los hombres como nunca lo había hecho, y Jesús, depositario de la revelación directa de esta cercanía divina, había querido compartirla con su pueblo como una inmensa dicha y una gran promesa de libertad.
Todos estaban invitados al banquete mesiánico, del que nadie quedaba excluido. El Reino se ofrecía gratuitamente incluso a los más alejados y a los más indignos. Tal había sido la Buena Nueva en su frescor original. Y en apoyo a su palabra, Jesús había multiplicado los gestos de bondad y de perdón. El pueblo lo había escuchado y seguido con entusiasmo, y la multitud se agolpaba a su paso, como si de una verdadera fiesta se tratara, para oírle y aclamarlo.
Pero la exaltación de los comienzos se había venido abajo muy pronto. Jesús se negaba a ser el mesías nacional que algunos esperaban. Por otra parte, se tomaba demasiadas libertades con las observancias legales. Y lo que era más grave aun, no podía anunciar la ternura del Padre sin implicarse a sí mismo, sin apelar a la fe en su persona y en el misterio que le habitaba. Se había presentado como aquel a quien el Padre se lo había confiado todo y que disponía del Reino con absoluta autoridad.
Todo esto le había granjeado la hostilidad y el rechazo radical por parte de las autoridades religiosas, que le habían acusado de blasfemo. ¿Acaso no usurpaba el lugar de Dios? Y como seguía seduciendo a las masas con sus milagros, era preciso hacerle callar a toda costa; había que eliminarlo; había que infligirle la muerte de los impíos, de los malditos. Y al verle de ese modo abandonado por Dios, su engaño sería manifiesto y reconocido por todos.
Jesús caminaba hacia Jerusalén confiando su causa al Padre. Nadie ha interpretado mejor que el evangelista Juan el diálogo íntimo de Jesús con su Padre mientras se acercaba la hora fatal:
“Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué diré: Padre, líbrame de esta hora? ¡Pero si he llegado a esta hora para esto! Padre, glorifica tu Nombre”. Vino entonces una voz desde el cielo: “le he glorificado, y de nuevo le glorificaré” (Jn. 12,27-28).
Como ya hemos dicho, los acontecimientos de esa semana los conocemos, año tras años los recordamos. No vamos a redundar en ellos. Sin embargo “después de todas las explicaciones que puedan darse en el plano exegético y teológico, al final quizás lo que conviene es dejar que resuene en el silencio interior el gran interrogante que cae de la cruz con todo su peso de oscuridad y misterio: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Hay que dejar que resuene ese grito, ese ¿Por qué?, en la noche humana de Jesús, en su silencio. Sólo entonces podremos entrever la profundidad con que el Hijo del hombre ha asumido la condición humana: llegando hasta el fondo de la noche de nuestras dudas, y nuestras preguntas, hasta el fondo del silencio de Dios. Ese grito sin respuesta le hizo ser verdaderamente uno de nosotros. En ese instante, también él vivió la relación con Dios como una especie de ausencia, como nosotros, muchas, muchísimas veces la vivimos, se unió definitivamente a todos cuantos se debaten en las tinieblas y descendió a nuestros infiernos. A partir de entonces ya no es posible decir que no llegó lo bastante abajo como para encontrarse con nosotros, porque no hay  humillación, sufrimiento ni abandono que él no haya conocido” (Eloi Leclerc).
Un himno popular americano reza:
“¿Estabas allí cuando crucificaron a mi Señor?
¿Estabas allí cuando le clavaron en el madero?...
Ninguno de nosotros estaba allí cuando crucificaron al Señor ni cuando fue depositado en el sepulcro. Si hubiéramos estado allí no lo hubiéramos permitido, como dijo aquel rey bárbaro cuando un monje le relataba estos hechos.
Si hubiéramos estado allí, habríamos gritado la injusticia…
Si hubiéramos estado allí, habríamos temblado de indignación…
Si hubiéramos estado allí… Pero, si la verdad es que todos estuvimos allí.
Allí estábamos todos, porque en ese momento se concentraba toda la historia, para lo bueno y para lo malo. Allí se concentraba todo el pecado del mundo, el pecado de toda la humanidad de todos los tiempos. La cruz recoge toda la inhumanidad humana. “La cruz no es solamente el madero, es la corporificación del odio, de la violencia y del crimen humano” (L. Boff). Es el pecado. Al cargar con la cruz Cristo cargó con el pecado: el mío, el tuyo, el de todos.
Por tanto:
Cada vez que cometemos una injusticia, estábamos allí condenando al Justo. Cada vez que criticamos o calumniamos al hermano, estamos allí sentenciando al Inocente. Cada vez que despojamos al pobre con nuestro egoísmo y nuestra insolidaridad, estábamos allí repartiéndonos sus ropas. Y cada vez que agredimos al indefenso con nuestra violencia o nuestra prepotencia, estábamos allí; y cada vez que negamos al prójimo una ayuda, estábamos allí como espectadores fríos e insolidarios.
Siempre que nos comportamos inhumanamente, estábamos allí.
Aunque también podríamos decirlo a la inversa, que es Cristo el que está aquí. Cristo se hace presente en todo hermano que está oprimido, marginado o injustamente condenado; en todo el que es pobre, débil, explotado o torturado; en todo el que es de un modo u otro victima de su hermano.
Por todo ello:
LA RESURRECCIÓN DE JESÚS comporta un “no” rotundo a la impunidad y a la violencia. Ni los verdugos, ni los acusadores, ni los traidores tienen la última palabra. Solo Dios lleva la voz cantante, pues sólo Él es capaz de dirigir la historia de manera imprevista e insospechada.
La Pascua de Jesús nos muestra otro mundo, un mundo que comienza justo en los límites de la precariedad de nuestra existencia; un mundo que abre nuestros ojos a una vida nueva. La Resurrección es primicia de una vida que nace del perdón, de la misericordia y la reconciliación. Porque sólo quienes seamos capaces de reconocer el germen de vida futura en medio de este valle de lagrimas, seremos capaces de recoger la cosecha del reino.
La fiesta cristiana de la Pascua es, sobre todo, una fiesta de la vida recuperada, de la vida autentica de la capacidad de mantener la propuesta de Dios por encima de la mezquindad y la sordidez que imponen ciertas instituciones sociales.
Nos reunimos para proclamar que la existencia de ese sencillo hombre de Nazaret ilumina y cambia toda la historia humana. Una historia hecha de violencias interminables, sobre una tierra sedienta de esperanza en la que despunta permanentemente brotes de  solidaridad.
Con la Resurrección, la vida humana se convierte en una alternativa irrenunciable: la vida es un derecho que no se negocia; la vida es única y cada existencia tiene un valor infinito. La sacralidad de la existencia humana se revela como el dato absoluto e inalienable.
Cuando uno vive desde la fe en la Resurrección, adopta una actitud radical de lucha por la vida y combate contra la muerte. La razón es sencilla. La fe en la resurrección de Jesús y en la nuestra propia nos descubre que Dios es alguien que pone la vida donde los hombres ponen muerte, alguien que genera vida donde nosotros la destruimos.
Es interesante caer en la cuenta de un aspecto de la Resurrección de Jesús que a veces se olvida: cómo una trasformación personal, una transformación al interior de un pequeño grupo, es capaz de cambiar el rumbo de la historia de ese comunidad, de ese grupo. Esto fue lo que les ocurrió a los discípulos y discípulas de Jesús cuando se encontraron  con una realidad sorprendente que se les impuso: JESÚS HABÍA RESUCITADO. No era la ocurrencia de unas mujeres desconsoladas o de algunos discípulos confundidos. Era la potente experiencia de una comunidad que había descubierto que Jesús les estaba llamando para continuar la misión de anunciar el Evangelio a los desamparados. Entonces la Resurrección se convirtió en una experiencia tan desconcertante como novedosa, una realidad que obligó a toda la comunidad a revisar sus expectativas y a ponerse de nuevo en camino.
La acción más palpable de la resurrección de Jesús fue su capacidad de transformar el interior de los discípulos. Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por eso, quien no había traicionado a Jesús, lo había abandonado a su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la comunidad de seguidores en el perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad, era humanamente imposible. Sin embargo, la presencia y la fuerza del Resucitado lo logro. Fue como un chorro de vida que comenzó a fluir por dentro.
Hay una  manera de concebir la resurrección de Cristo que vacía ésta de su sentido. Recuerdo haber leído en un artículo la siguiente o parecida reflexión: Ya es hora de que vivamos su resurrección, no tanto su crucifixión. En su gran mayoría los cristianos y los creyentes en Dios ya no desean la sombra de la cruz que les abruma, sino que quieren creer en un Dios vivo etc. Pero es que muerte y resurrección son las dos caras de un mismo y único misterio.
Privilegiar la cruz sobre la resurrección ha sido un error frecuente en el pasado. Pero no deberíamos caer en el error contrario. No se puede comprender la Resurrección de Cristo al margen de la Cruz, porque en el corazón mismo de ésta, emerge su sentido, como algo esencial a la experiencia Pascual.
Los cristianos hemos olvidado con frecuencia algo que los primeros creyentes subrayaron con fuerza: Dios ha resucitado precisamente al crucificado por los hombres (Hch 2, 23-34; 3, 13-15; 4, 10 etc.). El Resucitado lleva las llagas del crucificado (Lc 24,40; Jn 20,20).
Los apóstoles no anuncian una resurrección abstracta, sino muy concreta: la de aquel hombre llamado Jesús, a quien las autoridades civiles y religiosas habían rechazado, excomulgado y condenado, EL CRUCIFICADO ES EL RESUCITADO.
Creer en la resurrección de Jesús es sobre todo creer que su palabra, su proyecto y su causa, EL REINO, expresan el valor fundamental de nuestra vida.
Creer en Jesús en este Occidente “cristiano”, donde la noticia de su Resurrección ya no irrita a tantos que invocan su nombre para justificar incluso las actitudes contrarias a las que tuvo Él, implica descubrir al Jesús histórico y el sentido de su Resurrección.
El presente y el futuro de la Humanidad se está construyendo bajo un signo muy preciso: el de la globalización. Este vocablo, es algo que nos suena a todos aunque no sepamos ni precisarlo ni juzgarlo ni entenderlo en toda su extensión e importancia. Muchos nos preguntamos qué representa ese término, qué es, a qué se refiere y sobre todo cuáles son ya o cuáles serán en un futuro inmediato sus consecuencias.
Hasta ahora la globalización que conocemos es solamente de un signo: el económico, pero observamos que perduran las desigualdades sociales, las guerras etc. La realidad que vivimos nos lo hace ver. Nadie sabe qué nos espera y de qué manera afectará todo esto a la relaciones humanas, quizá por ello debemos preguntarnos si el incremento de la información unido a una inmensa capacidad de comunicación global, puede conducirnos a una mayor sensibilización ante los problemas comunes de todas las personas y si todo ese potencial acabará siendo una ayuda real para los más desfavorecidos o por el contrario las consecuencias sean más nefastas todavía que la realidad actual. Hasta ahora y desde hace muchos años yo diría que desde siempre, están globalizadas dos cosas terribles: la pobreza y la guerra, no hay más que echar una somera mirada a los medios de comunicación cada día, para comprobar que es cierto lo que digo. Parece como si hubiera una intencionalidad en globalizar el horror y la muerte.
Lo que si hemos de globalizar es el amor a todo hombre o mujer que sufre y muere aunque ese sufrimiento y esa muerte estén lejos de donde nosotros residimos y aunque, el color de la piel e incluso su religión sea distinta a la nuestra.
En el mundo de hoy no podemos simplemente condenar y reprobar, no debemos solamente censurar y criticar, y quedarnos quietos, inactivos, pues eso sería otorgar, condescender, acomodarnos a lo fácil. Quien no hace nada por cambiar este mundo, no cree en otro mejor. Quien no hace nada por desterrar la violencia, no cree ni busca una sociedad más fraterna. Quien no lucha contra la injusticia, no cree en un mundo más justo. Quien no trabaja por liberar al ser humano del sufrimiento, no cree en un mundo nuevo y feliz. Quien no hace nada por cambiar y transforma la tierra, no cree en el cielo. “Los creyentes hemos de demostrar que nuestra esperanza en la Resurrección es algo más que cultivar un optimismo barato en la esperanza de un final feliz” (H. Küng)
Creyendo con esa fe, las “cosas de arriba” y las de la tierra no son ya dos direcciones opuestas, ni siquiera distintas. Las “cosas de arriba” son la tierra Nueva que está injertada ya aquí abajo. Hay que hacerla nacer en el doloroso parto de la Historia, sabiendo que nunca será fruto de nuestra planificación sino don gratuito de aquel que Vive: JESUCRISTO. Buscar las cosas de arriba no es esperar pasivamente que suene la hora escatológica (que sonó en la Resurrección de Jesús) sino hacer realidad en nuestro mundo el Reinado del Resucitado y su Causa: Reinado de Vida, de Justicia, de amor y de Paz.
Termino con unas palabras de R.H. Alves que pueden ser interpeladoras para toda persona que busca horadamente un sentido último al misterio del ser humano: ¿Qué es la Esperanza? “Es el presentimiento de que la imaginación es más real y la realidad menos real de lo que parece. Es la sensación de que la última palabra no es para la brutalidad de los hechos que oprimen y reprimen. Es la sospecha de que la realidad es mucho más compleja de lo que nos quiere hacer creer el realismo, que las fronteras de lo posible no están determinadas por los límites del presente y que, de un modo milagroso e inesperado, la vida está preparando un evento creativo que abrirá el camino hacia la libertad y hacia la resurrección”.
Para los cristianos, este presentimiento y esta sospecha se hace FE FIRME y ESPERANZADA en el encuentro con el RESUCITADO. Dios nos ha aceptado a los seres humanos tan profundamente, y nos ama tan entrañablemente que nos quiere encontrar por toda la eternidad en su HIJO JESUCRISTO NUESTRO SALVADOR.
Que El Señor sea nuestro compañero de camino en estos días y siempre.
¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!

viernes, 23 de marzo de 2012

Lectura Poética de este año todo un éxito

    El pasado miércoles día 21 de marzo, tuvo lugar en las instalación del Colegio Sagrado Corazón, una nueva Edición de Lectura Poética, en esta ocasión intervinieron colegios de Las Palmas, Telde y Arucas.


    Donde los diferentes niño/as leyeron poemas de Alfonso Ponce Gómez, natural de Albacete, premio de Poesía Pedro Marcelino Quintana 2010, sus poemas están publicados en un libro de poesía títulado "Emboscado en la  luz", editado, diseñado y publicado por la Tepemarquia Ediciones.


    Tenemos que decir que tanto la participación como la colaboración de los distintos centros fue un éxito.


    Desde aquí damos las gracias a los colegios IES Domingo Rivero, IES Santiago Santana, Colegio La Salle y Sagrado Corazón de Arucas, IES Tamaraceite, IES Tafira, IES Domingo Montesinos de Las Palmas y María Auxiliadora de Telde.

    
Les esperamos el próximo año.


VÍDEO-RESUMEN DEL ACTO.-

sábado, 17 de marzo de 2012

Nueva Edición de Música y Poesía en la Ermita


El pasado viernes, tuvo lugar en la Ermita de San Pedro, en las instalaciones de Destilerías  Arehucas, una nueva edición de Música y Poesía en la Ermita,en esta ocasión leyó sus propios poemas María del Pino Martín Sánchez, y con una actuación musical a cargo de Pedro Raúl Rodríguez Sánchez.


Desde estas líneas agradecemos a Pedro Raúl Rodríguez Santana y a María del Pino Martín Sánchez, sus interpretaciones, las cuales fueron muy aplaudidas por el público presente.



RESUMEN EN VÍDEO DEL ACTO.