jueves, 21 de marzo de 2013

Jornadas de Lectura Poética


El día 21 de marzo se celebró en las instalaciones del Colegio La Salle, una nueva edición de Lectura Poética, en esta ocasión participaron centros de :  IES Domingo Rivero , IES Tamaraceite, IES Santiago Santana, Colegio Sagrado Corazón, María Auxiliadora y Colegio La Salle.


Se leyeron poemas de Yolanda Díaz Jiménez poeta aruquense.



Vemos unas imágenes del acto.





Felicidades a la organización, por el éxito de público, gracias por la jornada de buena poesía. y que sigan muchos años con esta cantera, para que el día de mañana sean buenos lectores.

VÍDEO-RESUMEN DEL ACTO:

domingo, 17 de marzo de 2013

Pregón de Semana Santa



El pasado viernes día 15 tuvo lugar el Pregón de Semana Santa-2013, en la iglesia de San Juan Bautista de Arucas, a cargo de D. Pedro G. González Navajas, OCD,  a continuación actuaron un grupo de niño/as de las Escuelas Artísticas de Arucas.

Vemos varias imágenes del acto.



LA SEMANA SANTA EN ARUCAS:
UNA EXPERIENCIA EVANGELIZADORA



“Una iglesia que busca sobre todo ser atractiva estaría ya en un camino equivocado, porque la Iglesia no trabaja para sí misma, no trabaja para aumentar sus cifras y así su propio poder. La Iglesia está al servicio de Otro: sirve no para ella misma, para ser un cuerpo fuerte, sino que sirve para hacer accesible el anuncio de Jesucristo, las grandes verdades y las grandes fuerzas de amor, de reconciliación, que se han presentado en esta figura y que vienen siempre de la presencia de Jesucristo. En este sentido la Iglesia no busca atractivo, sino que debe ser transparente para Jesucristo y, en la medida en que no exista para sí misma, como cuerpo fuerte, poderoso en el mundo, que quiere tener poder, sino que sea sencillamente voz de Otro, se hace realmente transparente para la gran figura de Cristo y las grandes verdades que ha traído a la humanidad. La fuerza del amor, en ese momento, se escucha, se acepta. La Iglesia no debería considerarse a sí misma, sino ayudar a considerar al Otro y ella misma ver y hablar del Otro y por el Otro” (Entrevista a Benedicto XVI en el vuelo al Reino Unido, 16 de septiembre de 2010).

Ocho siglos antes de Cristo, un profeta llamado Isaías, que había quedado impresionado hasta lo más hondo por una experiencia de Dios que tuvo en el templo, invitaba al pueblo a la paz y al gozo, recordando con emoción a los pregoneros de evangelio, o sea, a los que dan buenas noticias: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación!” (Is 52,7). Hoy, aquí, en Arucas, se revive el milagro del anuncio de Jesús de Nazaret, que ha dejado el mundo lleno de alegría. ¡Dichosos los que abren el oído para escuchar su mensaje de vida!
El mensajero o pregonero sabe muy bien que el protagonista no es él, sino el mensaje que anuncia. Así lo proclamaba otro preparador de caminos, Juan el Bautista, diciendo que “no era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz” (Jn 1,8). Y la luz era y es Jesús, “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6).   
La buena nueva que vengo a anunciarles hoy no está lejos de ustedes, ni viene de fuera; sorprendentemente está en la entraña de vuestro pueblo; está escondida en vuestra fe, una fe que se ha expresado como cultura, arte, devoción, manera de vivir y de hablar, forma de ser y de entender la vida. Estoy hablando de la Semana Santa de Arucas, que muchos de ustedes tienen grabada en la retina desde niños. El lugar propio de los misterios de Jesús es vuestro propio corazón, después vendrá el mostrarlos en vuestras calles o celebrarlos en vuestra iglesia, el convertirlos en servicio a los que peor lo pasan y anunciarlos, sin miedo, cruzando toda frontera.  
El Espíritu ha empujado a la Iglesia católica en estos últimos tiempos a la nueva evangelización, a salir a los cruces de todos los caminos, con el perfume enamorado de los místicos y el impulso radical de los mártires, para anunciar a todos el Evangelio de Jesús; no se explica que uno lleve el tesoro de la fe en el corazón y no lo grite desde las azoteas. Y la iglesia que está en Arucas no podía ser menos: de vuestra fe en Jesús nace la fortaleza para el testimonio, incluso allí donde hay rechazo e indiferencia. Por eso me ha parecido importante pregonar que la Semana Santa de Arucas es una experiencia evangelizadora, una manera de llevar a la práctica lo que dejó Jesús como tarea: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio” (Mc 16,15).

UNA FE QUE SE HACE CULTURA
El gran drama de nuestro tiempo es la separación entre fe y cultura. “Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no totalmente pensada, ni fielmente vivida” (Juan Pablo II). Nuestro mundo, el de hoy, está al borde de un tiempo que termina y de otro que comienza. “Cuando teníamos todas las respuestas, cambiaron todas las preguntas” (M. Benedetti). Intuimos caminos nuevos, pero seguimos sin dejar las viejas sendas. Hay dolor, como sucede siempre con todo lo que entraña parto. El leño verde, puesto al fuego, antes de convertirse en brasa, desprende humo y provoca lágrimas. Hay también mucha búsqueda, más de la que parece a primera vista. No estamos resignados a dejarnos morir, creemos en la fecundidad del momento que nos toca vivir, sin añorar el pasado, ni mirar hacia otro lado en el presente y tampoco tenerle miedo al futuro. Este cambio de época es un tiempo de crisis, de cambio de valores, pero también tiempo de oportunidades únicas y nuevas. Las generaciones pasadas de Arucas han dejado una herencia riquísima, que empuja a los aruquenses de hoy a buscar la frescura de los inicios y a recordar que siempre “es madrugada si insistimos un poco” (Casaldáliga).

Como la sed necesita fuentes, la búsqueda también necesita respuestas nuevas, los contextos problemáticos de hoy ansían una salida. Hoy no se aceptan fácilmente las respuestas que provienen del mundo religioso, pero otras respuestas no llegan a resolver los problemas hondos del ser humano, que sigue a menudo enredado en lo que decía el filósofo Ortega y Gasset: “Que no sabemos lo que nos pasa, eso es lo que nos pasa”. La transformación del mundo necesita del Espíritu, requiere una fe que se haga cultura, busca una nueva narración de la realidad.  

Con símbolos de Arucas
La Semana Santa de Arucas no son ritos que se han quedado anclados en el pasado. Es sal, de las salinas más antiguas de la Isla, que sazona la vida y la recrea; son vidrieras de colores por donde pasa la luz y llega a todos; es fuente que sale de la montaña volcánica, escondida, para calmar la sed y regar los platanales; es fiesta de colores, amarillo y verde en su escudo, para conjugar el trabajo y la esperanza; es colmena de abejas que hacen suyo el “ora et labora”; es lugar de paz contra todas las heridas de las guerras; son piedras de basalto azul convertidas en arte catedralicio por los labrantes aruquenses. Y junto a todos estos símbolos de que está llena la ciudad, la Semana Santa de Arucas es, sobre todo, vida abundante, la que nace de los misterios de la humanidad de Jesús, expuestos al mundo desde la cruz y la gloria.
¿Qué se pretende al celebrar la Semana Santa con todos esos actos que, entretejidos, forman un hermoso paraje a los ojos de todo el que se acerca? Ciertamente, no volver la vista atrás añorando un pasado glorioso. Tampoco, buscar culpables del eclipse religioso que vivimos, ni echar algo en cara a las gentes que ya no respiran al aire del espíritu cristiano. Nada de eso. Se trata de tomar en serio la realidad, de querer este momento y a estas gentes de hoy, y ofrecerles el anuncio del Evangelio, tratando de dar respuestas pastorales que entiendan los más sencillos y pobres; se trata de sacar el misterio que embellece el corazón y colocarlo, gratuitamente, allí donde Dios quiere citarnos y hacernos testigos de vida.
Conversión y encarnación
“La realidad cambia si cambiamos nosotros”, dicen algunos. “Nosotros cambiamos si la realidad cambia”, dicen otros. ¿Dónde se situará una comunidad cristiana, como la de Arucas, que quiere decir algo con su Semana Santa? Con algo de ambas cosas. Con conversión, porque una verdad anunciada y no vivida, aleja de Jesús más que acerca, y porque el engaño y la corrupción son inmorales; y con encarnación en la realidad, porque “para un cristiano nada humano es ajeno” (GS 1) y siempre hay que mirar por dónde sopla el aire para poner la flauta hacia ese lado y que suenen las músicas de Jesús, “el mismo ayer, hoy, y siempre” (Hb 13,8). Cuando la persona es auténtica no solo comunica ideas o informaciones, sino que ella misma se convierte en comunicación. Todos los que están implicados más directamente en la Semana Santa, que en este caso es casi todo el pueblo de Arucas, necesitan conversión por dentro para que lo que hagan tenga el sabor de lo nuevo y, a la vez, valentía para mirar de frente al mundo de hoy y encarnar en él la fe.  
Sintonía con los sentimientos de Jesús
Si los sentimientos de Jesús están plasmados en las tallas que ustedes procesionan en la Semana Santa donde el credo se hace imagen, si esos sentimientos están escritos en las Palabras que la Iglesia guarda como un tesoro y lee con unción en las celebraciones de los misterios de estos días… todo eso es una llamada a sintonizar con los sentimientos de Jesús, a hacer silencio para oír el latido de su corazón herido y mirar “el pecho del amor muy lastimado” (San Juan de la Cruz), a buscar la soledad para estar con el que se quedó, por amor, abandonado, y gozar junto a la Cruz de su presencia, a la espera de que estallen la luz y la alegría.
“El mundo se salvará por la belleza”, decía Dostoyevski. El mundo se salvará por la belleza del amor entregado de Jesús, podemos parafrasear nosotros. Jesús, en su humanidad, sigue hablando al hombre de hoy. “¿Quién te ha hecho tan pequeño?, preguntaba San Bernardo a Jesús. “Me ha hecho el amor”, le respondía Jesús. Oigamos el testimonio, siempre iluminador, de Santa Teresa de Jesús: “Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle” (Vida 9,1). ¡Quién sabe la capacidad de asombro que puede despertarse en el corazón de las gentes cuando ven de cerca los ojos del Amor entregado! La nueva evangelización “puede abrirles nuevamente los ojos y mostrarles el camino“(Benedicto XVI).

UNA NUEVA NARRACIÓN
A la Semana Santa siempre se la ha catalogado como religiosidad popular. De hecho, todos los actos relacionados con la Semana Santa son los que más gente congregan en Arucas. Pero ¿logran estos actos transmitir la fe? Es verdad que todos estamos llamados a una fe adulta y responsable, pero los grandes árboles comienzan siendo solo una semilla, “el roble está en el fondo de la bellota” (Ira Progof). A veces no se aprecia lo suficiente lo que tiene de bueno la religiosidad popular. La samaritana se acercó a Jesús con su sed y su cántaro vacío, y terminó recibiendo el agua viva. La hemorroísa se atrevió a tocar por detrás el manto de Jesús y quedó curada. Nicodemo fue de noche a ver a Jesús y salió con la luz inundándole el corazón. Entrar en algunos de los actos de la Semana Santa es dejar sembradas en el corazón pequeñas semillas de amor: un pequeño deseo, un beso, un sencillo alzar de los ojos, una lágrima, una canción, una emoción, una palabra, un sentimiento, un dolor compartido, una confidencia. No son grandes teologías, pero son brechas que permiten que el Misterio se haga más humano y acampe entre nosotros.
La Palabra se hace humanidad
Los misterios celebrados en la Semana Santa, vividos durante siglos en Arucas, han sido tan eficaces que han hecho que el amor de Dios se hiciera carne, pueblo, manera de vivir, convicción profunda que ha tejido la vida cotidiana de las gentes. En todo lo que se celebra en la Semana Santa, muchos encuentran la fuerza para vivir y la capacidad de volver con renovada esperanza a la lucha cotidiana; estos días son como unas vacaciones del espíritu. La Semana Santa es un excelente camino para ir a Jesús. No hay llanto en la tierra que no sea acogido en la cruz de Jesús, no hay gozo en que no brille la luz de la resurrección, no hay oración que no suba a Dios unida a la de Jesús que encomienda al Padre su espíritu en la noche más oscura, no hay esperanza que no se recree en el partir el pan de Jesús a los suyos, en la cena que recrea y enamora.  
De novedad en novedad
Es verdad que en la religiosidad popular hay mucho que purificar y discernir. Pero Jesús no tiene reparos de hacer de la gente sencilla un instrumento para la redención del género humano. El acontecimiento de Jesús es una narración sorprendente, frente a otras narraciones repetitivas, que no aportan futuro a la humanidad. “Dios hace nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). “Si uno es cristiano, es criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo” (2Cor 5,17). Lo nuevo no está en otro tiempo ni en otro espacio. Dios es experto en suscitar esperanzas sobre la pura realidad. Opera hoy, en las actuales circunstancias, que supuestamente no son las mejores. Dios en cada tiempo hace presente la gracia, establece una amorosa relación con el tiempo y las personas de cada momento. El Evangelio proporciona datos continuos de cómo lo nuevo, que se soñaba en sitios y modos lejanos al sitio y modo en que se encontraba Jesús, se hace presente en una realidad sobre la que se tendía una desesperanza. “¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno?” (Jn 1,46). ¿De la Semana Santa puede salir algo nuevo? Sin duda, porque en eso que se celebra, “allí me dio su pecho, allí me enseñó ciencia muy sabrosa, y yo le di de hecho a mí, sin dejar cosa, allí le prometí de ser su esposa” (San Juan de la Cruz).  Dar el pecho uno a otro es darle su amor y amistad y descubrirle sus secretos como a amigo. Eso es lo que hace Jesús con nosotros en estos días santos.
Lo nuevo es la fuerza creadora del Espíritu que renueva a toda la comunidad cristiana. Es muy importante intuir novedad, ilusión, vida en lo que se hace. El presente es digno y posible recipiente de gracia. Es necesario formular con lenguaje adecuado y eficaz la fe y la novedad, encontradas en Jesús. Nuestros contemporáneos necesitan una nueva narración, ser contagiados por la alegría. Celebrar la Semana Santa es sentir hoy la novedad radical de la honradez, la sinceridad, la solidaridad, el respeto a los más débiles, la laboriosidad. Es urgente desentrañar la novedad, aquí y ahora, para que quienes penetren en el espíritu de la Semana Santa salgan a la vida como hombres y mujeres nuevos.  


LOS CAUCES DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Todo cristiano está llamado por su bautismo a proponer el Evangelio a los que lo rodean. ¿Lo hacemos? ¿Se hace por medio de la Semana Santa? Se evangeliza cuando se unifican estas cuatro actitudes: anuncio, celebración, servicio, comunión.
Anuncio
“Di esto a mi pueblo”, era el encargo que recibían todos los pregoneros de salvación. ¿Qué tiene que decir hoy al pueblo la Semana Santa de Arucas? ¿Qué anuncia? ¿En qué consiste su modo de evangelizar?
Lo que anuncia son realidades muy importantes para los hombres de hoy. La fe sale a la calle, se hace pública. De forma gratuita, sin coacción ni imposición alguna. Las imágenes, expresión viva de lo que vivió Jesús en su pasión, están expuestas para ser miradas por todos. La experiencia ofrecida en la Semana Santa es como una fuente en medio de la plaza del pueblo, para que todos los que tengan sed acudan y beban. ¿Qué sabemos de lo que sucede en el interior de las personas cuando contemplan las imágenes de una procesión, o cuando acuden a orar unos minutos ante el Monumento, que nos recuerda la institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, el mandamiento del amor? ¿Qué pasa en los jóvenes cuando son convocados el martes santo a orar y a llevar sin vergüenza los símbolos cristianos sobre sus hombros? ¿Qué sucede en el corazón de un niño cuando ve la imagen de su amigo Jesús crucificado? 
¿Cómo anunciar hoy los misterios de la muerte y resurrección de Jesús? Se me ocurre recuperar aquellas cinco piedras con las que el pequeño David venció al gigante Goliat (1Sam 17,40). La primera: austeridad solidaria. Cuando oigamos hablar de que Jesús fue despojado de sus vestiduras, tendremos que saber despojarnos de tanto como nos sobra, para vestir al desnudo y al pobre. La segunda: Amor a la verdad. Cuando veamos cómo Jesús dice, sin miedo a los poderosos, la verdad, aunque le cueste la muerte, tendremos que aprender a ser valientes para no esconder nuestra fe en los contextos nada fáciles que hoy se nos presentan, a la vez que damos de mano a la corrosión ética que se extiende por todo nuestro tejido social. La tercera: sintonía eclesial. Cuando sintamos que todos se ponen de acuerdo para condenar a Jesús mientras crecen alrededor las tinieblas del pesimismo y del lamento, tendremos que aprender a caminar juntos, porque “los sueños que se sueñan solos son vana ilusión, pero los sueños que se sueñan juntos son una humanidad nueva” (Helder Cámara); tendremos que aprender a implicarnos en las cosas que son de todo el pueblo con comportamientos personales y sociales responsables, cultivando convicciones y coraje cívicos tan presentes en la historia de Arucas. La cuarta: diálogo. Cuando miremos a Jesús, que muere en la cruz para vencer el mal, tendremos que descubrir la importancia de abrir puentes en este mundo nuestro, tan roto, por las diferencias, teniendo siempre a mano el diálogo para lograr que palabras, legítimamente diferentes, formen una sinfonía. La quinta: aprecio a la vida. Cuando descubramos que Dios resucita a Jesús y que la vida vence a la muerte, tendremos que aprender a señalar brotes de vida donde antes solo parecía haber muerte, tendremos que soplar sobre la brasa en vez de hacerlo sobre las cenizas, tendremos que colaborar en la nueva civilización del amor apostando constantemente por la espiritualidad de los inicios, del brote mas no del fruto, de los amaneceres mas no del mediodía; de sueños nuevos para la humanidad cuando todo parecía terminar.
Celebración
La nueva evangelización requiere también que haya celebración. Quien encuentra un tesoro, no solo lo anuncia, también lo celebra con los demás. El programa que ustedes han preparado para la Semana Santa está lleno de celebraciones.
El Espíritu reúne a la comunidad cristiana para “mantener vivo el recuerdo de Jesús” (Jn 14,26), el que da una nueva dimensión a la vida humana.
Toda celebración tiene un carácter festivo, al menos de esperanza. Una fiesta, no entendida como distracción o evasión de la realidad, sino como afirmación de un pasado que se asume en el presente para proyectarlo hacia el futuro. “El que quiere dar un salto hacia adelante, tiene que retroceder unos pasos hacia atrás” (Bertolt Brecht).
En la Semana Santa se celebra la vida, la pasión-muerte, y la resurrección de Jesús, pero también se celebra la vida, muerte y resurrección de cada ser humano. “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1).
Nos convoca la salvación obrada en Jesús. La comunidad se reúne. Hay clima festivo, lugares y vestiduras nuevas, canciones y símbolos nuevos. Algo que no debiéramos de olvidar: todas las celebraciones, pero, de modo especial las celebraciones de la Semana Santa, tienen un alto valor simbólico y convocante para los niños. Los niños miran con los ojos, pero ven con el corazón. Dicen que la mente de un niño de ocho años se hace un promedio de treinta y tres preguntas por hora. El hecho de ver a los adultos convocados hace que los niños se pregunten: “¿Por qué estamos aquí? ¿Qué estamos celebrando?” Y conviene no responder de cualquier manera, porque podríamos matar la inocencia (cf Dt 7,7-8).
Servicio
La evangelización requiere también que haya servicio, pan partido y repartido a los más pobres, verdad autenticada por el testimonio. Sin esta faceta, a la evangelización le faltaría algo muy importante. Sin este aspecto del servicio, la Semana Santa de Arucas tendría una gran laguna. 
De la realidad de cada día recibimos impactos, nos llegan preguntas fuertes, nos indican qué hay que hacer y decir. Los problemas no se pueden aislar. No hay tapias tan altas que impidan que nos lleguen los gritos de los que sufren o de los que buscan: hombres y mujeres en paro, enfermos con la esperanza rota, jóvenes con el futuro negro, niños abandonados de aquí y de allá, pueblos aplastados por una deuda interminable. Todos nos gritan: CARITAS; nos piden que trabajemos juntos a favor de la vida.
Hay un hecho muy significativo en el libro del Éxodo, que no ha perdido actualidad. Un niño, símbolo de tantos condenados a muerte, va a morir por el capricho del Faraón de turno. Y tres mujeres se ponen de acuerdo para levantar esa vida de la muerte. Por una parte, está la madre del niño, que ve esa vida como su gran tesoro. Es la mujer contemplativa. Por otra parte, está la hija del faraón que acude a bañarse al río y levanta la vida que está metida en una cesta. Es la mujer compasiva, que toca las heridas y las cura. Y finalmente, está la hermana del niño, que comunica, relaciona a unos con otros para garantizar la vida del niño. Es la mujer de la comunicación. Todas se unen para trabajar, juntas, a favor de la vida. A esto se debe asemejar la Semana Santa de Arucas. Unas manos que se ponen junto a otras manos para anunciar a Jesús sirviendo, abriendo lo que está cerrado, levantando lo que está caído, llenando de alegría las grietas del sinsentido. Para esta tarea, todos somos necesarios. Ninguno es tan pobre que no tenga algo para dar. Todos podemos aportar nuestro granito de arena. Esto es lo que hace que una experiencia como esta de la Semana Santa de Arucas sea una expresión de amor, que llena de frescura y novedad la vida del pueblo.
Comunión
La nueva evangelización requiere también que haya comunión. Lo comunitario se convierte en condición de posibilidad del anuncio del evangelio. Además, la fe, vivida a solas, corre un gran riesgo de perderse. Estamos interconectados por el Espíritu que responde a las necesidades de este tiempo y de esta hora. Es la comunidad cristiana la que envía. Hay unión de ánimos, puesta en común de ideas. El papa Benedicto XVI considera que el secreto de la nueva evangelización está en la colaboración entre todos los que formamos la Iglesia. Todas estas semillas pueden sembrarse en esta Semana Santa, que es un libro abierto donde se lee el amor.  
La Semana Santa de Arucas es una estrategia de comunión, en la que muchos se unen para colaborar, unos en un acto, otros en otro; unos de una manera, otros de otra. Es importante que lo que se haga no sea una ocasión de crecimiento del orgullo de quien dice: “Yo no soy como ésos… yo trabajo más que los demás”, sino que sea algo que construya comunidad. Somos granos de trigo, partidos, para una común eucaristía. “Un antropólogo se encontraba en una aldea africana. En la plaza había un grupo de niños jugando. Los llamó y les invitó a otro juego. Les dijo que había puesto una cesta llena de fruta en el tronco de un árbol, que sería para el primero que llegase a ella. Cuando les dio la señal para comenzar la carrera, los niños se agarraron de las manos y corrieron juntos. Tomaron la cesta y se sentaron, juntos, a disfrutar del premio. El antropólogo les preguntó por qué se habían comportado así. Y ellos respondieron: UBUNTU. ¿Cómo uno de nosotros podría estar feliz si todos los demás se quedaran tristes? UBUNTU significa: yo soy porque nosotros somos”.

TRES PREGUNTAS PARA AHONDAR EN EL SENTIDO DE LO QUE HACEMOS
Para que la Semana Santa de Arucas sea una experiencia evangelizadora puede ayudar la respuesta a estas tres preguntas.
¿Desde dónde?
Un proyecto evangelizador es el que trata de responder a la pregunta: ¿desde dónde hacemos lo que hacemos? ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Qué mística esconden los diversos actos de la Semana Santa? Con los porqués profundos se curan la ignorancia y la incultura, el riesgo fácil del hacer por hacer.
La respuesta honda no puede ser otra que ésta: Actuamos desde el corazón de Dios, que es quien obra en nosotros toda obra buena. Él es la fuente de donde mana toda la santidad, entendida como plenitud gozosa del ser humano. “El misterio de Cristo es el fundamento de toda pastoral” (Juan Pablo II). Lo más importante de la actividad es que en ella encontremos a Dios. Aceptamos ser amados por Dios en Jesús, ahí está la clave. En el fondo, la Semana Santa es una experiencia de amor: somos amados y respondemos a ese amor. 
Para encontrar las raíces o el manantial de donde brota la vida hay que esconderse. Y nada nos esconde mejor que el silencio, el silencio contemplativo que lleva al asombro, el silencio que busca el corazón en medio del ruido. A los constructores del templo de Jerusalén, Salomón les mandó que lo edificaran en silencio para que percibieran que es el Señor quien construye (cf 1Re 6,7). Los tiempos de silencio dentro de la Semana Santa llevarán a descubrir que Jesús es la piedra angular de la nueva humanidad, el cimiento que permite vivir en una casa en la que ya “no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni hombre ni mujer, sino que todos sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3,28). Al estilo de María, la mujer forjada por la Palabra de Dios, el silencio permite también abrir el oído del alma a la Palabra creadora, “que vence la nada y crea el ser” (Rm 4,17). Solo así haremos las cosas no solo por estética, sino como quien da razón de su esperanza y responde a la sed de una profunda espiritualidad que percibimos en el mundo.


¿Para qué?
Esta es la segunda pregunta, a la que necesitamos responder si no queremos dejarnos llevar por la inercia. ¿Para qué hacemos lo que hacemos en la Semana Santa? ¿Cuáles son las necesidades de las gentes de Arucas? Los que más metidos están en la preparación de la Semana Santa de Arucas no son el centro, el centro son los que buscan, los que sufren, los que peor lo pasan. Son muchos los que están esperando que se manifieste la novedad. Están, como con dolores de parto, impacientes de que aparezca lo nuevo. A ellos hay que responder. Ellos son los auténticos protagonistas de la Semana Santa.
Y una vez que se descubra el para qué o el para quiénes, todo lo programado tiene que estar coloreado con la gratuidad. Una comunidad cristiana está en medio del pueblo para servir, para ser una diaconía gratuita. “Lo que gratis habéis recibido, dadlo gratis” (Mt 10,8). La fuerza del servidor no está en el aplauso sino en Dios, que es el gran servidor y comunicador de vida. San Juan de la Cruz escribió este texto impresionante. De él se pueden sacar muchas pistas de luz para el camino. “Comunícase Dios con tantas veras de amor, que no hay afición de madre que con tanta ternura acaricie a su hijo, ni amor de hermano ni amistad de amigo que se le compare. Porque aún llega a tanto la ternura y verdad de amor con que el inmenso Padre regala y engrandece a esta humilde y amorosa alma -¡oh cosa maravillosa y digna de todo pavor y admiración!-, que se sujeta a ella verdaderamente para la engrandecer, como si Él fuese su siervo y ella fuese su señor; y está tan solícito en la reglar, como si Él fuese su esclavo y ella fuese su Dios. ¡Tan profunda es la humildad y dulzura de Dios! Porque Él en esta comunicación de amor en alguna manera ejercita aquel servicio que dice Él en el Evangelio que hará a sus escogidos en el cielo, es a saber, que, ‘ciñéndose, pasando de uno en otro, los servirá’ (Lc 12,37). Y así, aquí está empleado en regalar y acariciar al alma como la madre en servir y regalar a su niño, criándole a sus mismos pechos; en lo cual conoce el alma la verdad del dicho de Isaías que dice: A los pechos de Dios seréis llevados y sobre sus rodillas seréis regalados’ (Is 66,12)” (Cántico Espiritual 27,1).
¿Cómo?
También habrá que responder al cómo hacer lo que hacemos. En pastoral siempre hay que preguntarse por el cómo. El cómo lo va diciendo la realidad. Las situaciones graves que está viviendo la gente son un auténtico desafío a toda propuesta pastoral. Todos los que participan en la Semana Santa no son espectadores, sino actores, que sacan a la luz su propia fe y ofrecen su testimonio como seguidores de Jesús.
En la Semana Santa se expone la fe en Jesús, que lleva la cara desfigurada, ante la que se vuelve el rostro, para ir al encuentro de un mundo roto, sin figura, ni belleza, al que se margina para no ver lo que da grima. 
Habrá que aprovechar, como nuevos espacios para la evangelización, las redes sociales, como portales de verdad y de fe. Este modo de comunicación es una nueva plaza, pública y abierta, en el que las personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad. 

OPORTUNIDADES
La Semana Santa de Arucas es una oportunidad para realizar cosas que tienen mucho que ver con nuestra salud integral.
Mirar al Crucificado. “Mirarán al que atravesaron” (Jn 19,37). Malo será que a lo largo de la semana no encontremos algún momento para quedarnos a solas con Jesús, para mirarle cara a cara. Al leer la cruz podremos leer el amor hasta el extremo, podremos leer también nuestra propia vida. En su misterio de amor se desvela nuestro misterio y se reaviva nuestra vocación de hijos e hijas de Dios.
Confesarnos pecadores. Acercarnos a Jesús, que es una fuente de gracia, sin miedo, confiadamente, porque en él somos perdonados. No podemos olvidar que celebramos a Jesús, el profeta de los pobres, el liberador de los oprimidos, el perdonador de los pecadores. “Murió por nuestros pecados” (1Cor 15,3). Ya está bien de echar siempre la culpa a los demás. Parece que los malos siempre son los otros. Si no descubrimos nuestra complicidad en la muerte del Señor y en la muerte de tantas víctimas a lo largo del mundo, no construiremos nuestra relación con Dios sobre la verdad.
Llevar un estilo de vida de acuerdo al Evangelio. “Se repartieron sus ropas” (Mc 15,24). En plena crisis, no hacemos más que hablar de los recortes. Pero a los cristianos, los recortes no nos vienen solo de fuera, sino de dentro de la fe. Hay millones de seres humanos, despojados de sus vestiduras. Ellos nos piden un estilo de vida más solidario.
Madurar en la fe. “Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc 15,33). Muchos de nuestros contemporáneos exhiben preguntas de este tipo para justificar su falta de fe o su escepticismo. Nosotros, siguiendo a Jesús, no dejamos fuera ningún porqué, pero lo hacemos en un clima de oración. Ni tapamos el oído para no oír los gritos de Jesús y de la humanidad, aunque nos molesten y descoloquen. Así vamos teniendo una fe madura, capaz de dar razón de la esperanza.
Decir sí a Dios y al ser humano. “Realmente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39). El asombro, con que contempló la pasión y muerte de Jesús, le limpió los ojos a un pagano y le llevó a confesar a Jesús como Hijo de Dios. El asombro nos limpia los ojos para reconocer y creer en Jesús como Señor, el que da sentido a nuestra vida. Pero también, el asombro nos limpia los ojos para llamar a cada ser humano hermano nuestro, para decir sí a la vida cuidándola, porque la gloria de Dios es que el ser humano viva en plenitud. 
 “Andamos rodando tierra porque somos peregrinos, pero siempre en el camino con nosotros va Jesús”. Ya no hay que buscar entre los muertos al que vive. “¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!" El silencio ha sido sorprendido por el ¡Aleluya! La soledad se ha llenado de una presencia perfumada. El sin sentido ha retrocedido, vencido por la alegría. ¡Cristo resucita hoy! ¡Aleluya! Un Cirio encendido acompaña al pueblo. Todo lo vivimos con María, la madre de Jesús y madre de todos, que siguió a Jesús por los caminos de Galilea, lo acogió en sus brazos al bajar de la cruz, lo abrazó con la alegría de la Pascua dejando que su corazón se llenara de canciones y lo sigue anunciando en medio de la Iglesia con sus bellísimas palabras: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2,5).
A todos ustedes, vecinos de Arucas, les deseo un feliz camino hacia la Pascua, una feliz travesía hacia la vida nueva.  
      Pedro G. Tomás Navajas, OCD


IMÁGENES DE LA ACTUACIÓN MUSICAL a cargo de Alumno/as de las Escuelas Artísticas Municipales de Arucas.




VÍDEO-RESUMEN DEL ACTO:




Que disfruten de una Semana Santa.

sábado, 2 de marzo de 2013