sábado, 20 de diciembre de 2014

Pregón de Navidad 2014



 El pasado viernes día 19 tuvo lugar en la iglesia de San Juan Bautista de Arucas, el pregón de Navidad de este año a cargo de un aruquense como es Segundo Díaz Santana-


A continuación pueden leer este magnifico Pregón :


Pregón de Navidad 2014 

Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en so nombre; la cual no nació de sangre, ni deseo de hombre sino que nació de Dios.
                                                               Juan 1. 1 1 -1 3




PRESENTACIÓN
¡Encantada de estar de nuevo entre ustedes!
Siempre es una alegría volver a ver a las personas, asociaciones y amigos que se preocupan por la cultura, abiertas a la amistad y templadas para llevar a cabo sus proyectos y compromisos.

Vengo con sumo gusto, pues la encomienda que me trae hoy es un placer y un regalo para mí.

El ponente de hoy, D. Segundo Díaz es una de las personas que yo conocí nada más llegar a Las Palmas hace cerca de cuarenta años y ya desde entonces se engendró en mí esa amistad y ese agrado por escuchar su "bien decir" y todos sabemos el interés que crea escuchar a alguien que siempre tiene algo interesante que comunicar.
Por otra parte, tampoco se tienen muchas ocasiones de presentar a personalidades tan completas en su formación tan cercanas en el caminar de cada día como a la que vamos escuchar hoy sobre un tema tan entrañable para todos nosotros como es la Navidad.
Año tras año, el devenir litúrgico eclesial nos ofrece la oportunidad de poder adentramos en cada uno de los pequeños-grandes misterios del Resucitado para culminar en la celebración síntesis y plena a la vez, de nuestra fe: El Misterio de la Pascua cristiana que siendo un único acontecimiento, la pasión, muerte y Resurrección de Cristo-Jesús se celebra en tres espacios bien diferenciados y los tres con la misma y vital importancia: el Triduo Pascual. Este importante hecho, culmen vértice de nuestra fe se venía preparando desde la aurora de los tiempos. Larga espera la de aquellos creyentes a la expectativa de que se cumpliera la Promesa de la venida. Espera larga que finalmente tuvo su cumplimiento cuando  llegado el momento culminante, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley (Gal. 44)

¡Esta fue la primera Navidad! La anunciada por los pastores que estaban al raso con sus ganados, en la noche. Nos cuenta el Evangelio que se oyeron unas voces como de Ángeles que cantaban: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra al hombre paz. Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es «Cristo el Señor. Esto les servirá de serial: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»(Lucas 2:8)
Este hecho, éste nacimiento de Cristo en Belén es el que nos regala la nueva ocasión de conmemorar y celebrar todos los años una nueva oportunidad de salvación, una nueva forma y manera para profundizar un poco más en los distintos aspectos de ese Misterio del Amor de un Dios que no dudó en entregar a su único Hijo para recuperarnos después del pecado de Adán.



La encarnación de Cristo, el nacimiento de Cristo en Belén es un paso más de amor a la Humanidad, esa humanidad que durante tantos siglos estuvo esperando y pidiendo la llegada, para sentirse salvada. Y Cristo muere en la cruz, también por infinito amor a la Humanidad y es al tercer día cuando los discípulos se percatan de la nueva y distinta, mistérica presencia que va confirmando la Salvación haciéndola realidad en cada uno.
Hoy, aquí, sin duda vamos a tener la ocasión de sentir de nuevo en nuestros corazones esa presencia salvadora de Cristo-Jesús reavivando el momento y la memoria de su llegada a la Cueva de Belén al escuchar a nuestro pregonero:
D. Segundo Díaz Santana,

Sacerdote, teólogo, doctor en Eclesiología. Con varias publicaciones. Desde hace muchos años profesor del Instituto Superior de Teología de Las Islas Canarias (ISTIC). Con un importante bagaje de experiencia; lector
como pocos; buen transmisor del mensaje evangélico; profesor ilustre, pero a la vez persona sencilla y cercana, respetuoso con todos; sin prisas y atento a la inter­comunicación. Pero, a todas estas cosas, hay que agregar además algo de especial valía y es que D. Segundo Díaz es un buen hombre y mejor amigo de sus amigos.
Hoy, ahora nos va a proporcionar el placer de escucharle: EL PREGON DE NAVIDAD 2014.

Y vino a vivir con nosotros,
.pero no había sitio para Él en la posada.
Amigas y amigos. Quiero empezar dando las gracias, pues me siento muy honrado por la invitación que la Tertulia P. Marcelino Quintana, me ha hecho, para pronunciar el pregón de la Navidad de este año en Arucas.
Gracias a la Madre dominica, Inmaculada Egüés, por la presentación que hace de mi persona, como pregonera que me ha precedido en este encargo, amiga de tanto tiempo, hermana y colega en las tareas del anuncio del Evangelio de Jesús de Nazaret.
Comienzo con dos textos del Nuevo Testamento.
Juan 1, 11-14: Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse lujos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació (le sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Lucas 2, 6-9: Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales)' le acostó en un pesebre, Porque no tenían sitio en la posada. Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor
Estos dos textos de la Biblia, enmarcan el pregón sobre la Navidad de este año de 2014 en nuestra ciudad de Arucas. Ambos pertenecen a dos tradiciones del Nuevo Testamento de distinta procedencia.

Por un lado la tradición de Juan, cuyo evangelio más teológico y solemne nos describe la entrada de la Palabra en el mundo, venida desde el seno del Padre, y que ha puesto su morada entre nosotros.
Por el otro, la redacción de Lucas, con un cariz más narrativo e histórico, nos sitúa en el acontecimiento con la cercanía y el realismo del suceso que tiene lugar en el drama concreto de la historia de los hijos de los hombres.
En ambas tradiciones, con sus diferentes perspectivas complementarias, están presentes la gloria de Dios que envuelve y es contemplada par quienes la han recibido, y las actitudes con las que los seres humanos nos relacionamos con ella; dos dimensiones de la realidad que celebramos los cristianos en las fiestas de Navidad cada año.
Una, la condescendencia y el amor de un Dios que se acerca y se acerca tanto a nosotros que se hace coma nosotros. El misterio de la Presencia de quien nos envuelve y busca desde siempre, y se viene a vivir en nuestra carne, pasando a vivir «como un hombre cualquiera», como nos recuerda Pablo en la carta a los fili­penses. Otra, la actitud de aceptación o rechazo con la que esa oferta amorosa es acogida por las personas a lo largo de los tiempos.
Los cristianos tenemos la osadía; la pretensión, podemos decir, de afirmar con todas las letras que, aquél en quien creemos, es Enmanuel, es decir, Dios-con­ nosotros. El Misterio de la Encarnación es eso lo que expresa, esa la realidad que afirma. En la contemplación del nacimiento de Jesús de Nazaret, se nos muestra la revelación que Jesucristo nos ha hecho de cómo es Dios; su humanamiento en Jesús coma compasión hasta hacerse uno con la pobreza de nuestra carne. Dios se manifiesta coma el que llega a nosotros bajándose, siempre bajando.

Quiero hacer resonar estos versos del profeta Pedro Casaldáliga: 
«Sube a nacer conmigo, dice el poeta Neruda.
Baja a nacer conmigo, dice el Dios de Jesús.
Hay que nacer de nuevo, hermanos Nicodemos
y hay que nacer subiendo desde abajo.
De esperanza en esperanza, de pesebre en pesebre,
todavía hay Navidad».
Conmoverse y movilizarse para subir, lo sabemos hacer muy bien nosotros solos, para esto no nos hace falta Dios. Pero Él, no viene en poder, en prepoten­cia y en violencia, más bien se nos muestra como un Dios "al revés". Aparece en pobreza en humildad extremas.
En el lenguaje coloquial de nuestra gente, cuando alguien vive cómodamen­te, a "todo trapo", sin que le falte nada, se le dice: «Vives como dios». Pero el Dios que aparece en la revelación del Nacimiento de Jesús, es un Dios que trastoca y descoloca nuestros esquemas y nuestros conceptos previos. Recuerdo a este res­pecto, un pensamiento de Clive Staples Lewis, en su libro,Una pena en observación, (de donde luego surgió la magnífica película de Richard Attenborough, Tierras de penumbras: «La imágenes de lo Sagrado se convierten fácilmente en imágenes sagradas, sacro­santas. Mi idea de Dios no es una idea divina. Hay que hacerla añicos una y otra vez. La hace añicos Él mismo. Él es el gran iconoclasta. ¿No podríamos incluso decir que su destrozo es una de las señales de su
presencia? La encarnación es el templo por excelencia; reduce a ruinas todas las nociones previas que del Mesías pudieran tenerse». (Una pena en observación, Anagrama
19975, P. 91)

Los Padres de la Iglesia, en la antigüedad, se plantearon tres cuestiones, ante la afirmación de la carta a los gálatas: Al llegar la plenitud de Los tiempos, envió Dios a su La primera ¿por qué tan pronto?, ¿eran aquellos tiempos tan precarios, realmente tiempos de plenitud?; la segunda, ¿por qué tan tarde?; c-por que tardó tanto en llegar, si Dios deseaba manifestarse a la humanidad?; y la tercera, es la que tiene que ver con este aspecto° que estamos considerando, y la que más sorprendía: ¿por qué tan bajo?, ¿cómo es que Dios elige esta manera de venir a nosotros, llegando por el lugar de los últimos?
Estas cuestiones nos colocan en la posición correcta para comprender que, no es la plenitud de los tiempos y por eso viene el Hijo de Dios, sino que, cuando viene y se encarna el Hijo de Dios, llega la plenitud de los tiempos.
Y podemos preguntarnos: ¿cómo se las ha arreglado Dios para que su Hijo nazca así?
En la tradición de la Iglesia se utiliza una expresión muy peculiar al referirse a la venida de la Palabra, se dice que <<se ha abreviado». Así nos lo recuerda el papa Benedicto XVI en su encíclica la Palabra de Dios: <<La tradición patrística y medieval, al contemplar esta "Cristología de la Palabra", ha utilizado una expresión sugestiva: el Verbo se ha abreviado» (Verbum Domini, 12). Y también cuando, en la Homilía durante la misa de Nochebuena de diciembre de 2006 dijo: «El Hijo mismo es la Palabra, el Logos; la Palabra eterna se ha hecho pequeña, tan pequeña como para estar en un pesebre. Se ha hecho niño para que Ia Palabra esté a nuestro alcance».
Él entra en el mundo, por la puerta de lo pequeño, de lo menor, de lo que se le concede menos importancia en nuestros esquemas valorativos. En su manifes­tarse, lo hace en primer lugar a unos pastores. A ellos, que no tienen nada que ver con los pastorcillos que aparecen en las pinturas renacentistas y que no son sino figuras con las caras de los mismos que pagaban los lienzos o las esculturas a los artistas, o con las figuritas tan entrañables que adornan nuestros portales de Belén. Los pastores de los que aquí se trata, eran mal vistos en el pueblo de Israel, gente en la que se confiaba poco; por no poder, no podían cumplir ni con el Templo, ni con la oración, por eso se les consideraba
sospechosos de estar fuera de la Ley. Y a ellos se manifiesta el Hijo de Dios, en primer lugar. Allí no están los Sumos Sacerdotes, ni el Sanedrín, ni Herodes ni Pilatos. No están los poderosos, los ricos, los "importantes", las autoridades civiles y militares. Están sencillamente unos pastores que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño (cf. Le 12, 8). Ellos eran el no-poder. La señal que se les da es:
«encontrarán un niño envuelto en pañales  y acostado en un pesebre» (Le 2, 12).
Cuando estarnos ante un niño que nace, recibirnos con toda claridad el im­pacto de algo nuevo, algo que no era y empieza a ser, que era promesa y se hace realidad. Hay vida, hay futuro, hay toda una vida por delante.
La contemplación del misterio del nacimiento del Niño-Dios, nos ofrece la oportunidad y la capacidad de nacer de nuevo. Belén nos regala el lugar donde nacer de nuevo y nacer nuevos. Para eso vino a vivir con nosotros.
Los ciudadanos de esta era, del siglo XXI, estamos acostumbrados y escucha­mos con toda naturalidad, las noticias que nos vienen del mundo de la ciencia y de la investigación, que nos sorprenden cada día con nuevos adelantos, logros y conquistas.
Se nos habla del campo de Higgs, o del bosón de Higgs, como el pedazo más pequeño de aquel, que vendría a ser el responsable del valor de la masa del universo. Igual ocurre con los adelantos en la informática y la telemática, y todos los artilugios de que disponemos cada día para los estudios, la vida ordinaria y el ocio.
No digamos los imponentes avances que se hacen en el campo de la inves­tigación médica y la neurociencia, así como la nanotecnología y los logros de la carrera espacial. Hace un mes hemos sido testigos de la aventura de la nave Rosetta, que después de viajar por el sistema solar colocó la sonda Philae en la superficie del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko, a 510 millones de kilóme­tros de distancia de la Tierra, marcando un hito en la historia de la exploración del espacio.
Por otro lado, entre muchas situaciones dolorosas, sabemos que cada diez minutos hay un asesinato en Brasil; que la espiral de la violencia se recrudece entre Israel y Palestina, que en la zona del Sahel siguen muriendo muchísimas personas como consecuencia de la hambruna que produce la crisis alimentaria y la escasez de agua y saneamiento; que las vallas fronterizas de Ceuta y Melilla siguen
soportando, en madrugadas interminables, el grito de dolor y de vida de miles de hermanos nuestros; o que, ahí al lado, en África, hay ya más de cinco mil niños con el ébola, que deambulan por las miles y los poblados, sin que nadie los quiera tocar. ¡Es que no hay sitio para ellos en la posada!
Cada año celebramos la fiesta de Navidad, en la que los cristianos cantamos y profesamos la fe de que Dios, la fuerza vital, el fondo de lo real, se nos ha presentado y se ha hecho compañero del camino que andamos. Y en medio de esto, venimos todos los años, y escuchamos eso de <<ya es .,Navidad» «llegó Navidad». Y no solo se escucha en los grandes almacenes y en las tiendas de ese gran mercado en que se ha convertido nuestra sociedad, sino que también seguimos proclamando inalterablemente que nos ha nacido un Niño, en un portal de Belén, y que ese Niño nos trae la salvación.
¿Qué pasa? ¿Es que hay dos mundos que transcurren en paralelo, cada uno por su cauce, sin que se relacionen el uno con el otro?, o, ¿nuestro universo de fe y de creyentes nos da elementos para movernos y acertar a vivir con sentido todo lo que nos llega de las realidades maravillosas

que surgen?
El mensaje es claro, ha aparecido la Vida. Nos ha nacido un Niño, que con su vida y con su palabra, con su misma persona, va a transformar nuestras relaciones.
Navidad es nacimiento. Alguien que nos invita a despertar, a nacer de nuevo en lo que de verdad somos, para no vivir alienados, ni enajenados. Cada año es el mismo mensaje, pero siempre nuevo; porque ese mensaje de vida y de sentido, nos coge en un momento diferente de nuestra existencia; en la situación que nos toca vivir, la que ahora nos ocupa y constituye el momento vital del que disponemos.
Cada uno puede personalizarlo, darle color y ponerle nombre a las distintas circunstancias por las que atraviesa su vida ordinaria; para preguntarse en medio de ellas, sin negarlas, sin dejar que nos puedan, cómo afrontarlas con esperanza, con la certeza de que todo tiene un sentido profundo. Con la seguridad de que nuestra vida no está arrojada al vacío, sino que sigue acompañada por Alguien que vino, para que «tengamos vida y la tengamos en abundancia» (Jn 10, 10).
Los cristianos no creemos en una fábula grosera, sino en una realidad que en sí misma y para nosotros, está llena de sentido y, por lo mismo, sintoniza con las aspiraciones más bellas y profundas que nuestros corazones albergan.
El mensaje de Cristo, el Evangelio, no se impone por la fuerza, sino que se dirige a la libertad de la persona a la que quiere convertir y dar vida.
Vino a vivir con nosotros.
«La gloria del Señor los envolvió en su luz», señala Lucas en su texto.
Y por su parte san Ireneo, afirmaba en el siglo II: «La gloria de Dios es que el hombre viva. La vida del hombre es la visión de Dios»
Él, que es la -Vida, se ha venido a vivir con nosotros, se ha hecho uno de
nosotros. Ha puesto su casa en medio de nuestras casas.
Pero esto, no es un dato más que registramos en nuestras memorias, y lo de­jamos ahi en el disco duro, sin más, sin repercusiones en nuestras vidas. Como si fuera una noticia más que puede salir en los telediarios y luego se olvida, tapada por otras noticias nuevas.
No, que Dios ha entrado en nuestra historia, significa que la vida adquiere un sentido y una hondura que es preciso descubrir. La persona de Jesús, Enmanuel, Dios-con-nosotros, y su mensaje nos ayudan a vivir humanamente,
con plena dignidad, como verdaderos hijos de Dios, para no hacerlo inútilmente, y sin sentido.
El, «nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David su siervo, según la había predicho desde antiguo, por boca de sus santos profitas» (Lc 1, 69s).
Pero puede ocurrir, como ocurrió entonces, «que no haya sitio para él en la posa­da».
Puede suceder, que nos olvidemos de lo esencial, y que lo accesorio y lo se­cundario nos distraigan y nos mantengan lejos del verdadero sentido de lo que es.
Necesitamos reactivar la memoria para mantenernos alerta de lo que está llegando y que se nos puede escapar. «Vino a su casa,y los suyos no la recibieron».
Como nos recuerda con frecuencia el papa Francisco, los cristianos hemos de ser "memoriosos", esto es, hemos de hacer memoria de lo que Jesús, el Señor, ha vivido y ha realizado por nosotros.
En la Alegría del Evangelio nos invita a abrir los ojos a la realidad, para que tomemos conciencia del mundo que vivimos, y al que la Vida quiere llegar y ser acogida.
En el n. 52, el papa hace un análisis de la situación actual: «La humanidad vive en este momento un giro histórico, que podemos ver en los adelantos que se producen en diversos campos. Son de alabar los avances que contribuyen al bienestar de la gente, como, por ejemplo, en el ámbito de la salud de la educación y de la comunicación. Sin embargo, no podemos olvi­dar que la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias fumestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad».
Por eso mirando a la Navidad, podemos decir que:
No hay sitio en la posada para Él, cuando olvidamos los valores que nos trajo, cuando prescindimos de su enseñanza y su mensaje liberador e intentamos cons­truir nuestro mundo, unos contra otros.
No hay sitio para Él, cuando el interés particular y lo mío, ahogan lo común y lo nuestro. Cuando edificamos unas relaciones de todo tipo que favorecen una «economía de la exclusión y de la inequidad» y una cultura del «descarte».
No hay sitio en la posada, cuando estamos en la «idolatría del dinero» e ins­talados en la «inequidad que genera violencia».
Entrar en el ambiente de la Navidad y en su fuerza vivificante, es coger la onda de la dinámica que introdujo el Hijo de Dios al entrar en nuestro mundo. Una dinámica de hermanamiento que nos humaniza hasta el fondo y en el mis­mo movimiento nos diviniza.
La celebración de la Navidad es un acicate y un estimulo para trabajar por un mundo mejor, un mundo que no solo es posible, sino necesario. Y este trabajo no es algo individual, de cada persona por su cuenta, a base de voluntarismos y empeños aislados, sino que es una tarea en común, solidaria y eclesial.
Navidad nos recuerda que somos compañeros de camino. Y nos hacemos una pregunta en plural: que hemos de hacer?, y nos respondemos: la tarea y tam­bién el camino, y los hacemos juntos. Como dice un proverbio árabe: «El desierto solo se cruza en caravana».
En estos años estamos en nuestra diócesis insistiendo en la imagen del desier­to como metáfora que nos ayude a entender lo que nos está pasando, el momen­to cultural, político-social y religioso que estamos viviendo. Una cita del papa Benedicto XVI nos ha recordado que «En el desierto se descubre lo esencial para vivir».
Y ahí hemos ido tomando conciencia de que somos comunidad, formamos la comunidad de los que siguen a Jesús, comunidad de discípulos misioneros, que juntos queremos anunciar lo que se nos ha anunciado. Navidad es un tiempo de gracia y de amor para comprenderlo mejor.

Vamos juntos construyendo eso que en el lenguaje bíblico-teológico llama­mos el Reino de Dios: Una humanidad de hermanos y hermanas reconciliados, hijos libres de un mismo Padre/Madre Dios, que nos ama. Aunando nuestros sueños en ese proyecto de vida. Como decía un gran soñador de los tiempos del Concilio, mons. Helder Cámara, obispo de Recife (Brasil): «Un sueño individual es una ilusión, pero muchos sueños juntos son ya un proyecto». Este proyecto que nos llega con la Navidad, es una realidad, al mismo tiempo don tarea para nosotros.
Don, porque es un regalo que Él mismo nos hace, por eso se lo pedimos tal como nos lo dejó dicho en la oración que nos enseñó a orar: «Venga a nosotros tu Reino». Cuando en estas fechas tenemos la buena costumbre de hacernos regalos, en el fondo estamos expresando y reconociendo que Él es el gran regalo. Dios se nos regala primero, y por eso nosotros también nos regalamos.
Pero también es tarea, es decir, esfuerzo y compromiso, en el trabajo que nos encomienda en su viña y a la que nos ha llamado a colaborar. Sabiendo que al acabar siempre hemos de decir con humildad: «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer» (Le 17, 10).
Esta realidad del don y la tarea, que encontramos en el corazón mismo del Evangelio, los aruquenses tenemos el gozo de llevarla incrustada en el escudo heráldico de la ciudad, sobre la piedra azul de nuestras canteras, en la leyenda de origen benedictino que reza: "Ora et Labora". Ora, ruega, acoge, ábrete al don, disponte al regalo, y, laboro, trabaja, implícate, colabora y coopera en la tarea común.
Navidad es una ocasión propicia para renovar, reforzar o iniciar compromi­sos concretos de presencia y solidaridad en nuestras vidas, que nos acerquen a los lugares donde Dios se hace presente permanentemente, y donde está naciendo, o en trance de nacer, y solicita nuestra colaboración.
Celebrar la Navidad significa renovar nuestra conexión y compromiso con la Vida. La vida no es algo que tenemos, que poseemos, como tantas otras cosas, sino que es lo que somos. Por debajo de nuestras identidades y de los papeles que desempeñamos, somos en realidad la Vida que se hace presente y se expresa en esta forma determinada que somos cada uno.
Entrar en contacto con la Vida es entrar en contacto con nuestra identidad verdadera y, desde ella, nacer de nuevo; la Vida que es, nos hace caer en la cuen­ta de la unidad profunda de todos los seres humanos, no estamos separados de nada ni de nadie, cada persona es la Vida expresándose en él.
Y volvemos a repetir con san Ireneo: «La gloria de Dios es que el hombre viva». Por­que con los nombres de «Dios» y de «Vida», nosotros, en nuestro límite humano, balbuceamos el Misterio inefable de lo Real, y expresamos la Presencia de quien nos sostiene y nos da la vida, y que ha puesto su morada entre nosotros.
Esto es lo que recordamos y celebramos en estas fiestas: que vino a vivir con nosotros. Y vino para darnos el ser hijos de Dios. Esa es nuestra grandeza, ese es nuestro mayor título, el que nos define y nos constituye, el que declara nuestra auténtica identidad. Por eso podernos decir: llegó Navidad a nuestras vidas. Estamos en Navidad.
Que nadie nos robe la Navidad. No dejemos que nadie nos la quite. Que nada tergiverse el sentido de lo que es para un cristiano la Navidad. Cuidémosla, pues se nos puede adulterar, o vaciar de contenido, hasta sufrir una metamorfosis y ser otra cosa, con el mismo nombre, pero otra cosa.
La Fiesta de la Vida, no puede ser ahogada con fiestas, luces, globos y serpen­tinas. Ella pugna por abrirse paso entre todo cuanto la niegue o pretenda des­cafeinarla. La pujanza de la Vida es más fuerte que sus contrarios. Y cuando va logrando nacer, cuando la vamos dejando llegar, todas nuestras fiestas adquieren sentido, y las luces

alumbran de forma distinta, y los globos y las serpentinas se reestrenan coloreando el ambiente de manera nueva.
Por eso, al grito y al saludo clásico de ¡feliz navidad!, que resuena por todos lados en estas fechas, y que encontramos luminoso en los carteles, anuncios, re­clamos y felicitaciones, yo me atrevería a añadir, completándolo, este otro:  ¡fiel Navidad! Porque solo siendo fieles al verdadero espíritu que inspira la Navidad, conseguiremos de veras ser felices; con la felicidad que nos prometemos unos a otros y que deseamos desde el rondo de nuestro corazón.
Así que: ¡FELICES NAVIDADES! a todos, amigos.

Sube a nacer conmigo,
dice el poeta Neruda. 
Baja a nacer conmigo,
 dice el Dios De Jesús.
Hay que nacer de nuevo, 
hermanos Nicodemos
y hay que nacer subiendo desde ahajo.
De esperanza en esperanza,
de pesebre en pesebre, todavía hay Navidad.

Desconcertados por el viento del desierto 
que no sabemos de donde viene
ni adonde va.
Encharcados en sangre y en codicia,
 prohibidos de vivir
con dignidad,
sólo este Niño puede salvarnos.

De esperanza en esperanza,
de pesebre en pesebre,
de Navidad en Navidad.
 Siempre de noche
naciendo de nuevo,
Nicodemos.
"Desde las periferias existenciales;"
 con la fe de Maria
y los silencios de.José
y todo el Misterio del Niño,
hay Navidad.

Con los pobres de la tierra,
confesamos
que El nos ha amado hasta el extremo
 de entregarnos su propio Hijo.
hecho Dios venido a menos,
en una Kenosis total.

Y es Navidad.
Y es Tiempo Nuevo.
Y la consigna es
que todo es Gracia,
 todo es Pascua,
todo es Reino.
Pedro Casaldáliga

Y para finalizar la actuación Musical a Cargo de la Coral Polifónica de Arucas.



sábado, 13 de diciembre de 2014

Presentación del Libro Trozos de Toni GC

El pasado viernes día 12 de diciembre en la Ermita de San Pedro, propiedad de Destilerías Arehucas, tuvo lugar la presentación de un magnifico libro de poesía de nuestro amigo Toni González Groissier, con el título de Trozos.

En el acto se leyeron unos poemas de este libro por amigos y familiares del autor, fue presentado por Acaymo Suárez García, final de mismo se repartieron libros y quién quiso paso a recoger la firma y dedicatoria de este.





La cultura aruquense tiene otro libro, y este semana van 3 nuevas y excelentes publicaciones, nuestra ciudad esta de enhorabuena.

VÍDEO RESUMEN DEL ACTO: